La Medicina, del latín medicina, es aquella ciencia que se propone conservar y restablecer la salud. Suele dividirse en homeopática y alopática. La primera es la que busca curar mediante sustancias análogas a las que causan el mal mismo: «similia simílibus curantur», decía Háhnemann, creador y propagandista de esta ciencia. Y quería significar que «los semejantes se curan con los semejantes”. La medicina alopática cura, en cambio, con aquellas sustancias apuestas a las que producen la afección.
El más sobresaliente de los médicos antiguos fue, sin duda, Hipócrates, natural de la isla de Cos, donde nació más o menos en el 460 antes de la era actual. Célebre incluso en el continente asiático, cuando una terrible plaga azotaba los ejércitos persas, el ‘famoso Artajerjes requirió sus servicios. Pero Hipócrates, que parece haber sido un ciudadano honorable, orgulloso de pertenecer a su patria, no se avino a socorrer a los que por entonces eran los adversarios de aquélla. Artajerjes le hizo notables ofrecimientos, sin el menor resultado. Hipócrates no fue.
Médicos en la historia
Galeno es otro médico antiguo que han pasado los siglos con su recuerdo. Griego de origen, profesaba la medicina en la ciudad eterna, y nació el 131, muriendo probablemente en el 210.
No podía faltar, en la mitología de los sabios helenos, un dios de la medicina. Existió: se llamaba Asclepjos o Esculapio.
Era un médico que, de haber actuado en la Edad Media se le quemara, por brujo, pues no se ceñía únicamente a curar a sus pacientes, sino que además se dedicaba a la menuda tarea de resucitar difuntos.
Está visto que no es posible dedicarse a una buena tarea sin lesionar intereses. Esto ocurre aquí, entre nosotros, y en el vigésimo siglo, pero también sucedía allá en el Olimpo. Plutón, rey de los infiernos y señor de los muertos vio que si Asclepios seguía resucitando difuntos, su «feudo” iba a quedar espantosamente deshabitado.
Elevó, en consecuencia, su formal protesta ante el supremo déspota olímpico: Júpiter. Este, vistas las sensatas razones del perjudicado Plutón, no halló mejor manera de ejercer su divina justicia que haciendo fallecer al pobre Asclepios, que había tenido la insensata idea de dedicarse a una labor útil.
Ya, se sabe que el gallo es el emblema de la vigilancia, y pertenecía a Esculapio. Hoy debe tenerlo como principio el médico actual: vigilar es prevenir. El proverbio popular destaca la importancia de la prevención al decir: «Más vale prevenir que curar”. En lo que hace a la serpiente, también símbolo consagrado a Asclepios, ella entraña la idea de la prudencia.
Opiniones encontradas sobre la importancia de la alimentación
La prudencia es otra virtud del médico actual, que prefiere muchas veces dejar obrar a la naturaleza, o colaborar con su obra, antes que entrometerse en ella. La mitología, desde el fondo de las muertas edades, sigue enseñando y dotando normas de sabiduría.
La literatura del siglo de oro español se ha ensañado con los médicos. El mismo Moliere, que se había enojado con ellos porque no le curaban una afección rebelde al pecho, se vengaba de los discípulos de Esculapio en obras célebres. En Quevedo, en Vélez de Guevara, en Cervantes hallará el lector alusiones satíricas para los pobres médicos. Hoy, que no existen esos autores célebres, están las comadres y los curanderos para hacerles mal ambiente. Pero las personas sensatas no se dejan seducir por cantos de sirenas traicioneras.
Lo que está verdaderamente mal en punto a medicina es la forma de remunerar a los profesionales de esta ciencia dificilísima. Cuéntese en algunos pueblos orientales cada familia está abonada a un médico, al que paga un tanto mensual. Ahora bien, cuando algún miembro de la familia se enferma, el médico deja de percibir su dinero. Esté en su interés, de esa manera, que el paciente se restablezca lo antes posible. ¡Qué sabiduría encierra este sistema!
El nuestro, el de todos los pueblos de Occidente es contrario y funestísimo. Pagamos al médico en tanto que nos hallamos enfermos. El médico, por ende, tiene interés no en que recobremos nuestra salud sino en que prosigamos mal. Y como en la medicina, igual que en todas las actividades humanas, hay gentes sin escrúpulos, acontecen más de una vez hechos que indignan al público. De ellos tiene culpa el sistema de pago. Los hombres suelen ser, de suyo, malvados. Se hace preciso en carrilarles, quitándoles lo más posible las ocasiones de desviarse de la recta conducta.