En el capítulo referente a la miel hicimos una defensa decidida de la abeja, diciendo que no debe destruirse porque sí, y aducimos entonces la razón de que no atacaba a las personas si no era hostigada. Ahora debemos volver a ella, pues, una de las causas que hacen a los dueños de casa perseguir las abejas es la infundada creencia de que éstas perjudican la uva. El apicultor Guillermo Javet se empeñó, hace algunos años, en destruir en su país este prejuicio.
Decía Javet que cuando se observa a la abeja chupando atareadisima las uvas del parral, se piensa en que es ésta la culpable de ese «saqueo”, cuando la realidad dista ancho de ello. Los que destrozan los racimos son los pájaros y los ratones.
La abeja va después y sobre en las uvas abiertas, hasta vaciarlas completamente. Esas uvas ya mutiladas son inútiles para la planta, y no hacen sino desperdiciar sus energías. Si se observara al microscopio la mandibulf de una abeja podría verse una especie de lengua y dos como espátulas, que son las que utiliza para el amasado de la cera.
La mandíbula de la avispa, por el contrario es como un serrucho, y está construida por la nacía leía expresamente para desgarrar. Las abejas, si se quiere, son útiles para el agricultor, desde que transportan en sus patitas el polen fecundante de las flores, sin el cual no habría frutos.
Pasas de uvas
He aquí lo que hallamos a menudo dentro del pan dulce, en las fiestas de Navidad y Año Nuevo, sin concederle mayor importancia. Se nos ocurre una golosina, un caramelo agradable al paladar. No pensamos en que se trata de un alimento bueno, de la uva desecada.
Los que realizan mucha gimnasia o se desempeñan en un trabajo que exige mucho esfuerzo físico, tienen en la minúscula y modestisima pasa de uva un buen tónico, especial para ellos. Y no sólo éstos, sino además los nerviosos, loa convalecientes, los niños debilitados, los anémicos mejorarían en su estado general no curarán, entiéndase si se tomaran la molestia de ingerir unos gramos diarios de pasas de uva.
El desecado de la uva es operación poco propicia para realizarse en el hogar, porque que evitaremos dar Ia receta. Va, no constituye esta circunstancia un obstáculo para utilizar en la cocina diaria las pasas de uva, que en cualquier almacén de comestibles pueden ser adquiridas, con pocos centavos, ni que si será conveniente decir es que ellas pueden ser ingerirlas en los postres, adicionadas a tortas, pan dulce y budines, y también en sopas y guisos.
No son de ninguna ruinera peligrosas ni se comen tal como la industria las presenta, aunque para ello es preciso esmerarse en su higienizado, pues la piel arrugada se presta a retener suciedades y tierra. Chorros de agua fría, producidos con el pulgar en la canilla, la despojaron de esas sustancias molestas y dañinas. Cuídese de no comer las semillas.
Son difícilmente digeribles, y si la fatalidad quiere introducirlas en el apéndice pueden acarrear, años andando, una apendicitis de cuidado, claro que su dureza las hace rebeldes a disolverse, desuniéndose mucho más pronto las de naranja, limón, mandarina, etc. Pero es medida de buen gobierno evitar su ingestión.
Uva casera de consumo
No únicamente los chacareros, ni los habitantes de la campiña son los exclusivos poseedores de la clásica parra en sus hogares. También en las grandes urbes, en las ciudades simétricas y aseadas del mundo moderno puede verse, a cada paso, un parral sostenido por su clásica glorieta rústica, ofreciendo a la casa dos ventajas: uva para el consumo de sus moradores, y plácida sombra en los días tropicales de la estación veraniega.
Es por esto que creemos de oportunidad señalar algunas peculiaridades útiles que harán más escasas las cosechas malogradas, que a menudo entristecen a toda la familia, esperanzada en apagar su sed con ese alimento natural y gratuito que la generosidad de la tierra brinda, para contrarrestar el efecto de las altas temperaturas.
Ya se conoce que las uvas de consumo casero ofrecen ciertas particularidades que los distinguen de aquellas aptas para transformar en vino. Son de racimos llenos de brazos, de tamaño crecido cada uva, etc. Lo que hay que anotar es que no debe cosecharse la uva de consumo casero prematuramente, cosa que ocurre a menudo por la impaciencia de su dueño.
Es preciso reprimir el deseo de hincarle el diente hasta el momento en que esta operación pueda realizarse con verdadero provecho, queremos decir que debe estar la uva ya madura. Escójase, para la operación de la ansiada cosecha, día no muy cálido ni tampoco inmediato al de una lluvia.
Escójase hora avanzada de la mañana, de modo que el rocío de la pasada noche no perdure aún sobre la tersa piel del fruto. Tómense los racimos con suavidad, pues se habrá notado que los granos de esta uva casera están recubiertos de una como película sutilísima, que de apretar en demasía se desgarra. Mírese de cosechar primeramente aquellos racimos más cercanos al basamento de la planta.
Y por último, una recomendación importante: no apurarse a comerla, no tragar grano tras grano mientras se corta la uva. ¿Por qué? Pues, porque los que están mirando debajo, impotentes, con las manos atadas, puede decirse, tendrán hacia el feliz cosechador un mal pensamiento.