Uno de los primeros alimentos a mencionar en este tema es el repollo, del cual debemos decir que se encuentran diferentes especies de repollos (coliflor, brócoli, coles de Bruselas) son vegetales ricos en celulosa, agua y muchos elementos minerales. También las vitaminas están abundantemente representadas. Se consumen, por lo general, cocidos. Su digestión no es óptima, pero discreta para quien no sufre del estómago. Sobre este tema es bueno aclarar que el consumo de repollos ayuda a prevenir enfermedades gastrointestinales. Después de hervidos se suelen condimentar con sal, aceite y limón; con bechamel y gratinados al horno; salteados con ajo; fritos, pasados previamente por una masa de buñuelos.
Las coles de Bruselas, en cambio, se acostumbra servirlos con una salsa o en guisos con carne. Los repollos tienen sobre todo hierro, calcio y vitamina C en cantidades notables. Algunas especies de repollos contienen asimismo vitaminas PP, B1 y B2 y además, manganeso, magnesio, sodio, potasio y yodo.
Las Frutas
Cuando Vasco de Gama circunnavegó África vio cómo a mitad de viaje habían muerto un buen número de sus hombres, afectados por una extraña enfermedad llamada escorbuto. Lo curioso de esta historia es que con un poco de frutas se hubiera podido evitar tanta tragedia a bordo. La fruta, de hecho, es rica en sustancias anti escorbuto y, sobre todo, en vitaminas: vitamina A, que abunda en los melocotones y albaricoques; vitamina B, que se halla en las avellanas, almendras, nueces y castañas y vitamina C, que precisamente se llaman ti escorbútica (químicamente, ácido ascórbico).
Los pomelos, naranjas y limones son ricos particularmente en vitamina C, pero también las fresas, higos, manzanas, uvas, etcétera. En muchas frutas hay una sustancia llamada pectina, que ejerce una acción protectora de la delicada mucosa intestinal. Por último, en la fruta hallamos un valioso azúcar, útil para todas las funciones del organismo pero, sobre todo, para el aparato muscular y para la energía que éste desarrolla; útil en el deporte y en la actividad física laboral. Se llama fructosa o levulosa.
La importancia de la naturalidad en las frutas
Para ser buena, desde el punto de vista nutricional, la fruta debe estar sana. Como todos sabemos, en el campo se hace un gran uso (tal vez abuso) de sustancias contra los parásitos de las plantas, porque de otro modo, la fruta sería destruida progresivamente. Si bien todos los agricultores deben recurrir a los insecticidas, estas sustancias, que tienen enormes ventajas en la defensa del fruto, ocasionan también grandes inconvenientes.
De hecho, no existe sustancia antiparasitaria que, siendo venenosa para los parásitos, no lo sea o pueda llegar a serlo un poco, también, para el hombre. Los más eficaces eliminadores de parásitos son los famosos “ásteres fosfóricos”, de los que la prensa se ve obligada a ocuparse a menudo. Son frecuentes los envenenamientos que estas sustancias pueden provocar accidentalmente.
Digamos además que si se toman los frutos directamente del árbol y se deja pasar un indispensable período de quince días entre el tratamiento con el insecticida y su consumo, no resultarán tóxicos. Cada día cobra más auge el cultivo ecológico, que descarta por completo el uso de pesticidas y otros productos químicos. Sin embargo, esta modalidad es practicada por muy pocos agricultores y por lo tanto, hoy por hoy, la producción es muy escasa y su costo elevado. Aun en los países desarrollados las frutas y verduras ecológicas son minoría en el mercado.
Existe, en suma, todo un apartado importante en el terreno de la higiene de la fruta. Dicha higiene se confía a la autoridad sanitaria y representa un punto bastante delicado. Son los agricultores mismos, en su interés, los que manejan y usan los antiparasitarios. Es preciso tener en cuenta que los antiparasitarios pueden ser venenosos también para el agricultor que los usa en cada estación.
Esto implica normas de máxima prudencia. Como consejo higiénico genérico, se recomienda a quien se alimenta de fruta, evitar recolecciones personales o individuales en los campos (en especial cuando se desconoce la fecha en que fueron fumigados). Hay que observar así mismo una cuidadosa higiene después de la recolección del fruto. Para eso es preciso guardar las frutas en cajones limpios, protegidas y, eventualmente, almacenarlas en depósitos con enormes frigoríficos aptos para conservar todo tipo de fruta.
De todos modos, un consejo práctico es comer siempre fruta cuidadosamente lavada, a veces cocida si aparece un poco alterada y mal conservada (en avanzado estado de maduración). Una dieta a base de fruta ofrece garantías alimenticias concretas. No pretendemos hablar de una alimentación exclusivamente a base de fruta, todos los días.
La dieta de fruta puede reservarse sólo para alguna comida o cena, aisladamente, por ejemplo, tres veces a la semana, en el almuerzo o en la cena. La cantidad que aconseja la dietética moderna oscila entre los 400 y los 500 gramos de frutas surtidas. Por ejemplo, dos manzanas y un plátano; dos naranjas junto con una pera; higos frescos cuidadosamente pelados, ciruelas en conserva o frescas, mermelada de cerezas, etcétera.
Quien tenga problemas con la balanza, de exceso de peso, al adoptar esta dieta de fruta tres o cuatro veces a la semana (una sola comida), puede esperar dos beneficios: un aporte reducido de calorías y la disminución de la necesidad de tomar agua, al ser la fruta ya muy rica en ella. Es evidente la importancia que tiene la buena fruta en la alimentación. Incluso los enfermos pueden gozar de ella.
En particular los que sufren afecciones del corazón, de hígado o de riñón. La fruta actúa sobre todo contra la retención de agua, ese fenómeno bastante frecuente en varias patologías que se llama edema, una especie de impregnación acuosa que se localiza, en particular, en pies y piernas.
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