La evaluación de las variables organísmicas se realiza a partir del estudio de los determinantes biológicos pasados y actuales, estables y permanentes del sujeto, así como de sus capacidades y hábitos aprendidos, que pueden contribuir a favorecer hábitos inadecuados o a complicar los procesos de reducción de peso.
Tal como señalan Loro y Orleans (1982), entre los factores fisiológicos o biológicos es recomendable tener en cuenta los siguientes:
1) complicaciones derivadas de trastornos relacionados con la obesidad tales como diabetes, artritis, hipertensión o gota;
2) efectos directos o indirectos consecuencia de la medicación tomada;
3) capacidad para desarrollar ejercicio físico y nivel energético general del sujeto;
4) cualquier tipo de factor fisiológico o constitucional que pueda afectar la conducta. Asimismo, la importancia de los factores metabólicos, neurológicos (regulación hipotalámica), bioquímicos y mecánicos, deberá ser evaluada.
Además de las variables organísmicas señaladas, existen otros factores tales como pensamientos, sentimientos, creencias del sujeto que pueden actuar como mediadores y que deberán ser modificados.
Falsas creencias respecto al ritmo de pérdida de peso o atribuciones inexactas al problema de sobrepeso pueden producir sentimientos de decepción que pueden facilitar la recaída y el abandono del tratamiento.
Conducta problema
Dentro del marco de la evaluación conductual, la primera tarea a realizar para identificar la conducta problema consiste en describir de forma precisa qué es lo que el sujeto hace o no hace para posteriormente determinar con qué frecuencia, intensidad y duración hace, o no hace una determinada conducta.
Así, en relación con el problema que aquí tratamos, será importante recoger información sobre la topografía de la ingesta y de los patrones de actividad física.
Ateniéndonos a las teorías de obesidad presentadas
Los datos recogidos mediante entrevistas, autoinformes y autorregistros ya expuestos harán referencia a la frecuencia de ingesta y actividad física, cantidad, tipo y contenido calórico del alimento ingerido, hábitos relacionados con la ingesta (limpiar plato, repetir, picar de otros platos, etc.), velocidad de ingesta (número de bocados, sorbos, masticaciones por bocado, etc.), así como la presencia o ausencia de otras personas durante la ingesta.
Además, será importante identificar lo que el sujeto siente o piensa durante la ingesta; por ejemplo, la valoración de los estados subjetivos de saciedad o hambre, y el estado emocional en el momento de la ingesta. En la Tabla 11 se pueden observar las variables más relevantes que se deben estudiar en relación con la conducta problema. La identificación de todas estas variables permitirá seleccionar la intervención terapéutica más adecuada.
Con frecuencia los obesos muestran patrones alimentarios irregulares, como por ejemplo, omitir una de las comidas principales del día, consumir gran cantidad de calorías en un breve período de tiempo; de la misma manera muestran patrones de actividad física inadecuados, con períodos de excesivo ejercicio y períodos de total inactividad.
La evaluación precisa de estas conductas y la determinación de las variables que la controlan (antecedentes y consecuentes) puede ser fundamental para determinar el éxjto o fracaso de un programa de reducción de peso.
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