¿Qué ocurre con los lípidos?
Las grasas o lípidos constituyen la parte de la dieta más fácilmente “sacrificable”. Si bien su ingestión es necesaria ya que el organismo utiliza sus principios químicos para numerosas reacciones orgánicas; por su elevada capacidad de acumulación y por los peligros que esta acumulación acarrea su entrada debe ser controlada. De hecho, un elevado porcentaje de grasa en la composición corporal es el responsable de la obesidad, en sus distintas formas.
¿Por qué se engorda?
Porque se come más de lo fisiológicamente necesario. Se dice que una persona es obesa cuando tiene un 10 por ciento más del valor que estadísticamente corresponde a su contextura corporal. A partir de ahí, existen diversas formas de obesidad, desde la peligrosa (un 20 por ciento de sobrepeso) hasta la obesidad mórbida, referida a las personas que pesan el doble de lo que deberían.
De todas formas, no hay que olvidar que en sí mismo el peso es un valor que no representa demasiado; resulta fundamental saber de qué manera está distribuido ese sobrepeso.
Por ejemplo, implica muchos más riesgos un elevado exceso de grasa visceral que una adiposidad localizada, antiestética pero absolutamente inocua.
¿Por qué tenemos hambre?
Volviendo a la analogía hombre máquina, cuando queda poco combustible (glucosa) en el tanque, se dispara en el organismo una “señal de alarma”, que no es otra cosa que el hambre. El deseo de comer tiene su origen en el cerebro, más precisamente en el llamado “centro del hambre”, ubicado en el di encéfalo, una estructura nerviosa especializada ubicada en la base del cráneo.
El di encéfalo responde directamente a otro estímulo, que es la disminución de la concentración sanguínea de azúcar. La tasa de glucosa en sangre (glucemia) debe mantenerse constante en un valor del uno por mil (es decir, una parte de azúcar cada mil de sangre). La disminución de este valor, como consecuencia del uso de glucosa por el organismo, es detectada por el centro del di encéfalo.
Cuando no se presta atención a esta señal, el organismo empieza a movilizar otros depósitos energéticos de reserva, como son los lípidos. Por esta razón, después de un tiempo de actividad física y agotada la disponibilidad energéticamente inmediata de la glucosa, se empiezan a movilizar los depósitos de grasa corporal: este es el adelgazamiento tan deseado y, a la vez, el más difícil de obtener. Este es el motivo por el que están sumamente aconsejadas las largas caminatas en la playa: es la forma más rápida, práctica y efectiva de quemar grasas.
En el momento en que se restablece la normal concentración sanguínea de glucosa, se dispara lo que se conoce como “señal de saciedad”, que no es otra cosa que la inactivación del centro cerebral del hambre.
Esta inactivación también puede producirse por un estímulo mecánico: en el estómago existen receptores de saciedad que detectan cuándo éste se encuentra distendido. Tal distinción puede ser provocada por alimentos o por cualquier otra cosa que ocupe el espacio estomacal.
Este es el motivo por el cual las fibras que ocupan mucho lugar en el estómago, aunque carecen de poder nutritivo ayudan a mantener controlado el apetito. Sin embargo, su abuso es un arma de doble filo, ya que la señal de saciedad que provocan no se corresponde a una verdadera saciedad nutricional.
¿Cuál es la importancia de vitaminas y minerales en la nutrición?
Resultan indispensables para la vida, al permitir que tienen lugar numerosas y vitales reacciones químicas en el organismo. Aunque actúan en cantidades infinitesimales, un déficit de vitaminas produce serios desequilibrios que rápidamente se traducen en diversos problemas de salud.
Los minerales cumplen numerosas acciones biológicas. El calcio interviene en la composición de los huesos y el funcionamiento del sistema nervioso; el hierro en la composición de la hemoglobina sanguínea; el potasio controla la actividad muscular, el magnesio regula las actividades neuromusculares, del mismo modo que el sodio. Todos los minerales metales y no metales, actúan en el organismo en cantidades ínfimas, pero son indispensables en la nutrición equilibrada.