Uno de los primeros investigadores que desveló la existencia de las plantas adaptógenas fue el profesor Israel I. Brekhman, de la Academia de Ciencias de la antigua Unión Soviética. A él se deben los primeros estudios sobre la efectividad del ginseng (gin Pamix ginseng) y del Eleuterococo o ginseng siberiano (Eleutherococcus senticosus maxim.).
Ya en 1969, el Dr. Brekhman y sus colaboradores presentaron el concepto de los remedios adaptogénicos definiéndolos como aquéllos que sirven para incrementar la resistencia no específica frente a influencias externas de muy diverso origen, sobrepasando el concepto clásico de las plantas tonificantes.
Los adaptógenos están de actualidad
Y es por una razón, inciden favorablemente en el sistema inmunológico. Hoy día existe una notable preocupación por el estado de defensa inmunitaria. Mucho más cuando nos encontramos frente a enfermedades como el sida.
Si bien es cierto que los adaptógenos mejoran el estado defensivo inmunitario, especialmente frente a las infecciones causadas por virus, no es menos cierto que el motivo de esta disminución inmunitaria se debe, especialmente, a los hábitos de vida (dieta desnaturalizada, estrés, preocupaciones) y a la contaminación derivada de las sociedades industriales.
Por este motivo, es importante insistir en el hecho de que los adaptógenos no son la clave para la vida y la longevidad, ya que no nos podemos centrar exclusivamente en un tratamiento puramente sintomático, sin atacar las causas reales de los problemas que nos aquejan.
Los adaptógenos deben seguir los siguientes criterios:
Su acción es general y no específica, actuando a través de numerosos factores del metabolismo.
Tienen un efecto tónico, normalizador y regulador, independientemente de los problemas de salud que se presenten.
La sustancia no ha de tener ningún efecto secundario y no debe provocar alteraciones fisiológicas.
Los adaptógenos realizan, entre otras funciones, estimular las glándulas suprarrenales. Al regular la secreción de adrenalina, mejoran la respuesta ante el estrés.
También controlan la secreción de cortisol, que es una cortisona interna que regula el proceso de la inflamación y que, al ser segregada interiormente, no tiene los inconvenientes que el tratamiento con cortisona externa provoca en la medicina alopática.
Tonifica el sistema nervioso central
Es por esta razón que, clásicamente, la mayoría de plantas adaptógenas se han utilizado como tónicos y estimulantes nerviosos.
Efecto inmunomodulador. Éste es, quizás, el efecto más reciente que ha puesto en boga la utilización de adaptó- genos. Aumentan la capacidad de defensa orgánica, tanto en lo que se refiere a inmunidad celular como humoral.
Aumentar la resistencia física. Es evidente que algunas de las plantas adaptógenas más conocidas, como el ginseng o el eleuterococo, no sólo son estimulantes del sistema nervioso, sino que también aumentan la energía física.
Mejorar la tolerancia a la glucosa. Ninguna planta adaptógena tiene un efecto netamente antidiabético. Sin embargo, el efecto íntimo de los adaptógenos es el de mejorar el gasto energético del organismo, y la glucosa es el combustible básico que éste utiliza para proveerse de suficiente energía. Por este motivo, e indirectamente, los diabéticos se pueden ver beneficiados con plantas de acción adaptógénica.
Protección del hígado. Las plantas adaptógenas parecen tener un efecto protector de este órgano, pero desde el punto de vista del metabolismo en general.
Reforzar la resistencia propia del sistema inmunita- rio. Algunos estudios sugieren que ciertas plantas adaptógenas pueden disminuir las lesiones causadas por la acción de agentes químicos y físicos (como por ejemplo las radiaciones) sobre la médula ósea, que es la productora de las células responsables de la inmunidad.