Los dietéticos tienen la palabra. Ya no es un misterio, y la investigación científica lo ha demostrado: para el buen funcionamiento de nuestras glándulas internas, la importancia de las aportaciones en prótidos, lípidos, glúcidos, sustancias minerales, vitaminas, etc.
Todos ellos productos presentes en abundancia en el mundo vegetal es enorme. Como escribía Jean Rostand: «Toda comida es fármaco-dinámica, todo menú es una receta médica.» Hemos hablado de prótidos, de lípidos, etc., pero las palabras no deben darnos miedo.
En el fondo, los prótidos no son sino albuminoides, es decir, sustancias que constituyen el organismo humano, los tejidos; son un principio alimenticio de gran valor fisiológico; poseen, finalmente, la propiedad de transformarse rápidamente, bajo la influencia de los jugos digestivos, el jugo gástrico y el jugo pancreático, en productos solubles fácilmente asimilables por el organismo.
Las proteínas se encuentran tanto en los alimentos de origen animal como en los de origen vegetal, con la diferencia de que las proteínas de origen animal son fácilmente digestibles, porque están casi enteramente constituidas por alimentos nutritivos, mientras que las proteínas de origen vegetal son más difíciles de digerir, ya que sus elementos proteicos están contenidos en un gran número de otras sustancias.
Sabed, pues, que un cierto número de alimentos son ricos en prótidos o en albuminoides, es decir, en sustancias proteicas: los champiñones, las leguminosas en general, las nueces, las almendras, las harinas de cereales, las pastas (es importante), las patatas, etc. También hemos hablado de lípidos.
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Los lípidos son los cuerpos grasos
Producen en nuestro organismo los mismos efectos que los hidratos de carbono, pero contienen más cantidad de este último cuerpo. La función esencial de los cuerpos grasos o lípidos es la producción de calorías; son, pues, proveedores de energía. Sin duda querréis saber dónde hay más: en las aceitunas, almendras, nueces, avellanas y cereales en general.
Igualmente hemos hecho alusión a los glúcidos o hidratos de carbono. ¿Dónde se encuentran éstos? En todos los vegetales, comenzando por los cereales, las frutas y las legumbres.
Subrayernos un hecho importante: cuando el organismo está satisfecho los hidratos de carbono se depositan en el hígado, en los músculos o hasta formar capas de grasa; comprenderéis por tanto la importancia que tiene consumirlos en cantidades apropiadas si no queréis que os hagan engordar y os obliguen a someteros a los mortificantes regímenes adelgazantes anticelulíticos.
También es importante la aportación de sustancias minerales. Hablaremos de las sales minerales indispensables, como es sabido, para el organismo humano. Ya las conocéis: cloruro de sodio, sales de calcio, fosfato y hierro. Aparte de su papel en la formación de los tejidos, las sales minerales contribuyen al equilibrio de las funciones psíquicas, favorecen los intercambios y estimulan la eliminación de las toxinas.
Nos ocuparemos ahora de las enzimas y de las vitaminas. Por lo que a las enzimas se refiere, seremos breves; sin ellas la digestión es imposible. ¿Dónde encontrarlas? En todos los vegetales, preferentemente crudos.
Por consiguiente comer muchos vegetales, frutas y hortalizas, es una garantía de buena nutrición. En cuanto a las vitaminas, son indispensables para la conservación de la vida. En los casos de carencia o de ausencia de vitaminas, el organismo puede acusar toda clase de molestias.
Nos extenderemos un poco sobre la cuestión de las vitaminas
Vitamina A. Su carencia en el organismo perturba la visión, es causa de adelgazamiento, provoca malestar en la mujer entre tres y doce días antes de la menstruación: nervios, insomnio, dolor de cabeza, dolores mamarios. A falta de vitamina A, las células de la piel y de las mucosas se secan, las uñas se vuelven frágiles, los cabellos pierden vitalidad. La vitamina A abunda en el ajo, la cebolla, el tomate, el limón, el albaricoque, etc.
Vitamina B. Se encuentra en el trigo, el arroz, las nueces, las leguminosas. Su carencia provoca molestias de hígado y la degeneración de las mucosas respiratorias y grastrointestinales.
Vitamina C. Se da en abundancia en el repollo, el tomate, el rábano silvestre, el perejil, el perifollo, el estragón, los berros, la cebolla, etc. La ausencia o la carencia de vitamina C produce efectos múltiples: ante todo el escorbuto, diversas hemorragias, afecciones del tubo digestivo, debilidad muscular, etc.
Vitamina D. Responsable en parte del metabolismo del calcio, la vitamina D es necesaria para su absorción. Las molestias causadas por su falta en el organismo son, pues, evidentes: raquitismo, descalcificación, perturbaciones del crecimiento. La vitamina D se encuentra en abundancia en las legumbres verdes apenas cocidas que acaban de ser expuestas al sol.
Vitamina E. Al parecer su falta o su carencia son causa de impotencia, de deficiencia de los órganos genitales, de prurito vulvar y finalmente de esterilidad masculina o femenina.¿Dónde hallarla? En las verduras, sobre todo en la lechuga y los berros.
Vitamina K. Se encuentra en el tomate, las verduras (en particular el repollo y las espinacas), la coliflor, la zanahoria, etc. Esta vitamina es esencialmente indispensable para el intestino del recién nacido. La frecuencia en el lactante de hemorragias es debida, precisamente, a una carencia de vitamina K.
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