¿Qué es el Cornezuelo De Centeno?
Tened cuidado con el cornezuelo de centeno, que ya se ha cobrado muchas víctimas al alterarse las espigas del centeno común con la introducción de un minúsculo hongo parásito. El esclerocio, que se instala en su ovario y las hace muy peligrosas.
Es el viento, el viento de primavera, el cómplice de esta intrusión. Transporta, inocentemente, las esporas del hongo. El cual introduce su micelio (cuerpo vegetativo del hongo formado por filamentos blancuzcos) en el ovario de la flor del centeno.
El cornezuelo del centeno tiene forma de espolón o de cornetilla, de dos o tres centímetros de largo, casi cilíndrico, con frecuencia arqueado, de color violáceo oscuro en el exterior y blancuzco en el interior.
¿Lo sabíais?
En un reciente congreso médico, numerosos conferenciantes han expuesto sus experiencias realizadas en el terreno de la terapéutica y de la esclerosis cerebral y se han referido a una sustancia descubierta hace poco en Italia, derivada… del cornezuelo de centeno.
Se trata de la dihydroergocristina. Parece ser que esta sustancia, sobre todo cuando es administrada a pacientes de edad avanzada, consigue aumentar un 40 % el riego de la sangre al nivel del cerebro.
Según el profesor Barone, gerontólogo de Nápoles, que ha dirigido personalmente una prueba en más de trescientos pacientes ancianos. La dihydroergocristina hace desaparecer los síntomas de ansiedad y de irritabilidad; elimina los vértigos, la pérdida del oído y de la memoria, las crisis depresivas.
En resumen, combate con éxito la esclerosis cerebral característica de los procesos arterioescleróticos ya instaurados. No cabe duda de que se trata de una nueva terapéutica que ofrece un gran interés.
Hierba parasita la Cuscuta
Planta herbácea parásita, sin hojas, con flores rojas, dotada de una acción carminativa, colagoga, laxante y antigotosa. Subrayamos el adjetivo «parásita».
La cuscuta vive, en efecto, alimentándose de las otras plantas, lo mismo que el muérdago. Por otra parte, succiona, aprieta, absorbe. La cuscuta es un ejemplo viviente de explotación racional.
La cuscuta no tiene raíces. Sus simientes caen rápidamente, condenando a la planta a perecer, salvo si… salvo si encuentra otra planta; entonces se enroscan sobre ella. La pequeña píata de la cuscuta abraza a la otra, formando a su alrededor dos o tres vueltas, como si fuera una serpiente.
Con el contacto, el filamento de la cuscuta engorda y forma papilas alineadas. Las papilas se transforman rapidísimamente en otras tantas vesículas. De donde brota, como es el caso con respecto al muérdago, una aguja que perfora los tejidos de la «anfitriona» como una jeringuilla.
A partir de este momento, la cuscuta tiene su existencia asegurada. Si la presa crece, la cuscuta crece también. Si la presa engorda, la cuscuta hace otro tanto, lanza nuevas ramificaciones que rodean a la planta víctima, penetrando con sus aguijones en los tejidos de la cautiva.
Así pues, bien alimentada, la cuscuta florece —echa florecitas de color rosa, en ocasiones rojas—, tiene frutos, y después dispersa sus granos al viento…, granos que irán a «apoderarse» de alguna otra planta… para continuar viviendo.
La presencia de la cuscuta, que estrecha en su abrazo mortífero a las plantas forrajeras. Es un espectáculo que puede invitar a la reflexión. Se ve poco a poco el campo amarillear, el verde desaparecer lentamente. Es el triunfo de la cuscuta y la muerte del trébol y de la alfalfa.
¿Lo sabíais?
En los bosques americanos existen variedades de cuscuta que se aferran a los grandes árboles y viven a su costa