Artemisa Común
¿Queréis caminar todavía con más rapidez? ¿Queréis hacer largas, prolongadas cabalgadas? ¡Muy bien! Cubrid vuestras piernas con bandas de piel de liebre joven, lebrato, en las cuales coseréis artemisas secadas a la sombra. Es una receta infalible, afirma un antiguo tratado de magia blanca.
No obstante, la artemisa también ocupa su lugar en la magia negra: en ciertas regiones de Francia se considera un ramo de artemisa, necesariamente recogido antes del alba la mañana de San Juan, como un amuleto que protege del mal de ojo.
Dicho esto, vamos a cogerla. A decir verdad, no es preciso ir demasiado lejos: la artemisa prefiere, efectivamente, vivir cerca de las casas, en los escombros, al borde de las carreteras y a lo largo de las vías férreas.
Se la reconoce por su elegante vivacidad: puede alcanzar un metro de altura, incluso más; ramificada, de hojas color verde oscuro, sus cabezuelas aterciopeladas, muy apretadas, muy abundantes en las ramas, están ahí para indicarnos que nos encontramos ante ella.
¿Lo sabíais?
- ¿Sabíais que artemisa viene del nombre latino de la diosa Artemisa, divinidad que velaba por las mujeres cuando éstas se encontraban enfermas?
- ¿Sabíais que, metida en los zapatos, suprime la fatiga? Sí, puesto que ya hemos evocado estas maravillosas cualidades en nuestros primeros párrafos.
Arraclán
Al arraclán le entusiasman los estanques, los bosques, las landas; le gusta la humedad, las brumas. Por esto esté arbusto, que puede alcanzar 3 metros de alto, es típico de las regiones del norte de Europa… de las que aprecia todo, salvo el smog.
He aquí algunas de sus características: hojas ovales acuminadas (que recuerdan un poco las ventanas de las iglesias góticas); las flores son de un blanco verdoso; el fruto es una pequeña baya negra y brillante cuando madura.
En la farmacopea, se utiliza preferentemente la corteza de las ramas, después de haberla arrancado de la planta en mayo y junio, y de haberla secado al aire; contiene frangulina, purgante suave, de acción segura.