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Funciones de las sales minerales en los seres vivos

A modo de complemento, damos a continua­ción una lista de las principales sales minerales y de las diversas sustancias presentes en esas hierbas que tenemos intención de servir a la mesa.

Empecemos por el alilo. Se trata de un sul­furo que estimula las mucosas del estómago y del intestino, cura y previene la hipertensión, facilita la circulación de la sangre. ¿Dónde en­contrarlo? En el ajo, naturalmente, siempre en el ajo…

Arsénico: Es un elemento químico, un meta­loide blanco, brillante, frágil, obtenido de di­versos minerales y de numerosos vegetales: ajo, repollo, lechuga, espinacas, nabo, patata, etc., por citar solamente los principales.

El arsénico es una especie de reconstituyente, totalmente indispensable en las enfermedades que se mani­fiestan por un fuerte decaimiento del orga­nismo (tuberculosis, anemias diversas, etc.). El arsénico es un poderoso generador de glóbulos blancos y rojos: utilizad esta sustancia, pero, atención, a través de los vegetales (ajo, repollo, etcétera).
Bromo. Facilita el sueño y calma el sistema nervioso.

El ajo es un especie de reconstituyente

¿Queréis probarlo?

Buscadlo en los espárragos, las alcachofas, el tomate, el perifo­llo, el ruibarbo, las fresas, el repollo, la chufa, el ajo, el apio, la zanahoria y el nabo, el puerro y la cebolla…

Calcio. Nadie ignora que es necesario para la formación de los huesos y de los dientes; pero también lo es para la digestión, para la asimila­ción y para otras muchas cosas. Por ejemplo, un organismo afectado de cáncer presenta una fuerte carencia de calcio. Pues bien, nabo, za­nahoria, repollo, patata, espinacas, fresas, nue­ces, puerros, lechuga, frambuesa, apio, cebolla, tales son los productos naturales donde aparece el calcio. El alcanfor, se encuentra en el laurel. Es un de­sinfectante, un estimulante gástrico.

Hierro. Obtenedlo de los berros, de la za­nahoria y de todos sus amigos: espinacas, le­chuga, cebada, cebolla, puerro, repollo, patata, espárragos, maíz, achicoria… El hierro combate la anemia, facilitando la transformación de la sangre venosa en sangre arterial; es un genera­dor de glóbulos rojos y blancos, un remedio eficaz contra el decaimiento y las molestias del crecimiento, un estimulante de los movimientos peristálticos del intestino. Ciertos investigado­res incluso han llegado a decir que la carencia de hierro en los tejidos puede provocar la apa­rición del cáncer.

Flúor. Contribuye a formar el esmalte que cubre nuestros dientes y que se llama periostio; él es el que defiende, vigila y protege nuestra dentición; él es el que da a nuestra mirada brillo y limpieza. Por tanto es merecedor de nuestro afecto, y tenemos que buscarlo allí donde se encuentra, es decir en los espárragos, la cebada, el tomate, la patata y el perifollo especialmente.

El fluor se puede encontrar en la patata

(La patata contiene flúor)

Fósforo

Un cuerpo sin fósforo no es más que un saco de patatas; queremos decir que esta sustancia es absolutamente indispensable para la calcificación de los huesos. Por añadidura, es necesario para la formación de las células ner­viosas y de las sanguíneas. Basta pasearse por el campo para descubrirlo en el ajo, la cebada, el repollo, las espinacas, además de en la cebolla, la lechuga, la zanahoria y el apio; y no olvide­mos tampoco a la patata, la coliflor, el puerro, la fresa, la frambuesa, el tomate, la achicoria, la alcachofa.

Yodo. Imaginad por un momento un planeta poblado por hombres sin yodo: sería un planeta de tristes apáticos: ¿por qué? Pues porque el yodo es necesario para ese transformador que es la glándula tiroides. Las virtudes del yodo no terminan aquí: descongestiona los ganglios lin­fáticos, aumenta los cambios de las células, se opone al escorbuto y lo elimina, pone coto a las afecciones de las vías respiratorias, desmantela las estructuras de los cuerpos grasos (comba­tiendo así la obesidad), depura la sangre y pro­tege la piel. Volemos a pedir el ajo que nos lo proporciona.

Hagamos lo mismo con los be­rros, con la cebolla, con las espinacas (todos ellos ricos en yodo); hagamos lo mismo con el nabo, los espárragos, el repollo, las fresas, la zanahoria, las acederas, el puerro, el tomate, la señora alcachofa, esa Magdalena sin arrepentir que es la lechuga, la patata y el perifollo.

Magnesio. Santa patata, santa zanahoria, pro­porcionadnos magnesio en cantidad. Nos hace muchísima falta, aunque sólo sea para mantener el cuerpo psíquica y moralmente. De hecho, esta sustancia contribuye poderosamente a la formación del esqueleto y de los humores; además, es un regenerador de la sustancia fi­brosa que rige nuestro comportamiento, es de­cir los nervios. Incluso se ha llegado a decir que es una barrera contra el cáncer.

Manganeso. Actúa sobre el hígado, los hue­sos, la piel, los riñones, el funcionamiento de la hipófisis. Para encontrarlo hay que buscar en el seno de los siguientes vegetales: espárragos, ce­bada, arroz, espinacas, lechuga, maíz, berros, repollo, apio, patata, zanahoria, cebolla, achico­ria, diente de león.

Mucilagos. Se encuentran en los puerros, la cebolla, el ajo, el limón, la patata y todos los frutos acuosos. Los mucilagos favorecen en nuestro cuerpo la formación de ese moco lubri­ficante que se encuentra en las articulaciones, los intestinos, los bronquios. Por tanto, los mucilagos están indicados para todo aquel que tenga problemas con la elasticidad de sus articu­laciones, con sus intestinos o sus bronquios.

El Mucilago viene bien para las articulaciones

Níquel

Indispensable, según los entendidos, para el funcionamiento del páncreas, y particu­larmente esencial para aquellos que padecen de diabetes, esta sustancia se encuentra en el repo­llo, las espinacas, la lechuga, la zanahoria, la pa­tata, la cebolla, el tomate, el maíz y el berro.

Nitratos. Eliminan las inflamaciones del hí­gado y las impurezas de la sangre; son diuréti­cos, depuradores, calmantes. Recomendados también en el tratamiento de la artritis, de los reumatismos, de las flebitis y de las enfermeda­des de la piel. Los nitratos se encuentran en los espárragos, los nabos, las zanahorias, los pue­rros, el apio, las chufas y, naturalmente, en el ajo.

Potasio. Las sales de potasio, como es sabido, son excelentes depuradores; limpian todo lo que obstruye el tubo digestivo y los intestinos; calman la excesiva acidez de estómago y están en todas partes: en los músculos, los glóbulos sanguíneos y las glándulas. ¿Queréis saber dónde encontrar las sales de potasio? He aquí algunos vegetales ricos en ellas: cebada, apio, patata, lechuga, berro, repollo, zanahoria, espi­nacas, cebolla, maíz, achicoria, nuez, casis, fre­sas.

Cobre. El cobre es uno de los principales componentes de la sangre; se halla en los hema­tíes o glóbulos rojos. Comprenderéis, pues, fá­cilmente, la importancia de su presencia y de su introducción en el organismo, allí donde haga falta. Por tanto, es esencial ir a buscarlo. ¿Dónde encontrarlo? En las nueces, los espá­rragos, la cebada; en el perifollo, la remolacha, el nabo, la cebolla, y también en los puerros, la zanahoria, la coliflor y las espinacas.

Sílice. Todos conocemos la importancia de la sílice. Se trata de una sustancia que contribuye a la formación de los huesos, ¿os parece poco? Colabora igualmente en la formación de los dientes y de los tendones. Combinada con el calcio, la sílice consolida y solidifica los huesos, mantiene la elasticidad de las arterias, asegura la libre circulación de la sangre; además, entra en la formación de los tejidos cutáneos, participa en la de las membranas de las visceras.

El silice ayuda en la formación de los dientes

Está pre­sente en las uñas, en el pelo, en el vello, ¿dónde no lo está?

Lo combate todo: el raqui­tismo, la diabetes, la arteriosclerosis, las der­matosis; activa y estimula el crecimiento del ca­bello, fortalece los riñones y el corazón, y hasta parece desempeñar un papel preventivo contra el cáncer. Una vez dicho esto, hay que hacer como el sabio Montaigne: tomad su bien allá donde se encuentre, y sin demasiados cumplidos. ¿Dónde se halla este bien? En el ajo (¿cómo podía faltar?), la coliflor, la cebolla, la escaloña, las fresas…

Sodio. ¿Y éste, dónde se encuentra? En la avena, el maíz, la cebada y el arroz. El sodio es un poderoso estimulante de la digestión: la faci­lita y favorece la asimilación. Hemos hablado del sodio; mas no olvidemos las sales de sodio. Son depuradoras, lo mismo que las sales de potasio; limpian el tubo digestivo y los intestinos, luchan contra la excesiva acidez del estómago, alcalinizándolo. ¿Dónde ir a bus­carlas? En los siguientes vegetales: espinacas, avena, lentejas, repollo, puerros, zanahoria, le­chuga, cebada, patata, cebolla.

Cinc. Se encuentra en las espinacas, la za­nahoria, el tomate, el repollo, el maíz, la cebada y la remolacha. Es un elemento esencial para la formación de las células de los glóbulos blancos y rojos. De ahí su importancia.

Azufre. El azufre es uno de los elementos primordiales en la formación de los huesos; además, es también un poderoso desinfectante, un antiséptico y un depurativo muy fuerte; está indicado y aconsejado en las infecciones intes­tinales, las enfermedades de las vías respirato­rias, las dermatosis. Si queréis encontrarlo, ele­gid el ajo, la cebada, el maíz, el arroz; y también la patata, el repollo, la avena, el pepino y las fresas.

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