Estos fármacos actúan a nivel del sistema nervioso central, disminuyendo la sensación de hambre, aunque algunos de ellos provoquen también acciones periféricas, entre ellas a nivel del tejido adiposo.
Se pueden dividir en dos grandes grupos según su mecanismo de acción (Munro, 1982): a) Fármacos que actúan sobre las catecolaminas. Éstos incluyen la anfetamina, la fenmetracina, la dietilpropiona, la fentermina y el mazindol.
Las dos primeras son eficaces supresoras del apetito
Pero sus propiedades estimulantes pueden producir dependencia y por esta razón han sido prohibidas como medicación adelgazante en nuestro país.
La dietilpropiona y la fentermina sólo tienen un débil efecto simpaticomimético, aunque las dos sean análogas a la anfetamina, pero siguen manteniendo un efecto supresor del apetito.
El mazindol, a pesar de tener una estructura química distinta de las anteriores —derivadas de la fenilpro- pilámina—, tiene un efecto neurofarmacológico similar al de la anfetamina, y no debe administrarse nunca junto con fármacos simpaticomiméticos.
No parece que produzca adicción
b) Fármacos que actúan sobre el sistema serotoninérgico. La fenfluoramina es el único fármaco disponible en la actualidad que actúa por esta vía. En general este fármaco no produce estimulación del sistema nervioso central, razón por la cual tampoco produce dependencia.
La desventaja de este fármaco es que al suprimirlo del tratamiento puede causar depresión, por lo que no está indicado en pacientes con historia de conducta depresiva (Bray, 1980). Visto que el principal efecto de estos fármacos es disminuir el apetito, su uso en el tratamiento de la obesidad está indicado y es especialmente eficaz cuando se hace conjuntamente con el tratamiento dietético.
Son muy útiles en el inicio de la dieta pero no pueden mantenerse mucho tiempo porque acostumbran a perder eficacia. Además hay que tener en cuenta los efectos secundarios y la posibilidad de adicción. Creemos que hay que reservarlos para aquellos pacientes que no se ven capaces de seguir un tratamiento dietético sin que disminuya su apetito.
Recientemente se han realizado estudios con 5 hidroxitriptófano como sustancia anorexígena y parece que los resultados son alentadores (Del Ben, 1986), aunque el preparado no esté comercializado como fármaco anorexígeno.
Los fármacos que se utilizan en el tratamiento de la obesidad pueden incluirse en tres grupos según el objetivo o efecto que persiguen: a) Los fármacos anorexígenos, que disminuyen el apetito. b) Los fármacos calorigénicos, que aumentan o potencian la producción de calor. c) Los fármacos lipolíticos, que favorecen la lipólisis en el tejido adiposo y por tanto la movilización de grasa almacenada.
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