Todo tipo de alimentación tiene o, mejor dicho, debería tener como objetivo la salud humana. Los adulterados, hipercalóricos y ultra elaborados alimentos que nuestra sociedad actual consume masivamente se alejan mucho de dicho objetivo. Todos impregnan nuestra sangre y nuestros tejidos con tres conocidos elementos amenazadores: colesterol, triglicéridos y lípidos en general.
Un cuarto elemento se ha añadido masivamente por la ingestión de carnes, por la toma de alimentos demasiado ricos en proteínas animales: la hiperuricemia. Se trata del exceso de ácido úrico, que se solidifica en forma de cálculos (uratos) en las articulaciones, las paredes de los vasos sanguíneos y los distintos órganos.
Una nueva enfermedad que lleva al consumo de nuevas dietas alimentarias
Decir “hiperuricemia” significa hablar de gota, enfermedad que tiende a desaparecer durante las guerras y las penurias, para aparecer de nuevo regularmente en los períodos de paz y de abundancia.
Con esta premisa, está claro que las “dietas verdes”, correctoras de algún modo de las “dietas rojas”, ricas en carne, han encontrado en los últimos tiempos su momento de esplendor. Hoy en día el hombre, “intoxicado” por el exceso de proteínas animales y de ácido úrico, acepta de buen grado comer en restaurantes vegetarianos o macrobióticos.
Las metodologías son variadas y remiten a los principios de la eubiótica, una rama de la ciencia de la alimentación que se propone establecer una sintonía con el hábitat humano, la Naturaleza, para mantener un equilibrio universal y armónico. Un enlace entre el ambiente no contaminado ecológicamente y el organismo humano.
Está claro que todo médico se adhiere a esta propuesta. Y, por ende, es lógico que en este libro dediquemos una sección a las dietas “vegetales”, que a su vez se subdividen en: dietas vegetarianas y vegetalinas, veganismo, dieta macrobiótica, dieta de fibras, die ta sólo de fruta y dieta de plátanos.
Vegetarianos y vegetalinos
Si los pueblos mejor nutridos son los que dominan el mundo, hay quien añade que, si los pueblos se nutren de vegetales, llegan a ser menos arterioscleróticos. La esclerosis arterial es tan vieja como el mundo, aunque su terminología es relativamente reciente, de Lobstein, que creó el término. Afecciones arterioescleróticas en las paredes arteriales se han descubierto incluso en las momias egipcias.
Falloppio habla de una “mujer con las arterias transformadas en hueso” . Los vegetarianos se fijan sobre todo en las proteínas de las carnes, fuente de las famosas “purinas” que dan origen al ácido úrico (pero también muchos vegetales contienen purinas) y, principalmente, están contra las grasas animales.
La experta en nutrición Arlette Mossé fue quien propuso la clasificación de “dieta vegetariana” y “dieta vegetalina” . La primera es la más conocida y difundida. No admite clase alguna de carne animal, pero sí los productos de origen animal: leche, queso y huevos.
La segunda, la vegetalina, es bastante más drástica. Se basa en comer sólo vegetales. Los vegetalinos más fanáticos luchan por comer únicamente vegetales crudos (crudivorismo, variante del vegetalinismo). Aunque no todos los médicos suelen estar de acuerdo con esta dieta, en la que se suprime toda proteína de origen animal.
¿Cuáles son las ventajas de una dieta vegetariana o vegetalina?
Existe, en especial en el mundo occidental, una especie de mito de la carne. Si además es roja, psicológica e instintivamente se acompaña de un símbolo de potencia y eficacia. Leche y quesos pueden reemplazar, en realidad, a la carne cuando se desee, al igual que los huevos. Como se sabe, la parte proteínica que hay que asegurar al organismo es de unos 80 gramos diarios, que pueden ingresar a través de los vegetales o de los productos lácteos.
La alimentación rigurosamente vegetalina y sus variantes no son aconsejables, pero pueden adoptarse en ciertos períodos. Lo ideal es una alimentación mixta: poca carne, mucha verdura, muchos productos lácteos, más huevos y más leche. De cualquier modo, se puede pedir mucho a plantas y vegetales.
El investigador sueco Bergestrom afirma que en las legumbres se hallan también las famosas “prostaglandinas”, sustancias hormonales que estimulan la musculatura lisa, la circulación sanguínea y la fertilidad. Los tomates elevarían nuestro potencial mental, en especial los amarillentos, con más vitaminas que los de piel roja. Finalmente, las judías verdes serían las hortalizas de la potencia viril.
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