Parece ser que la cebada es una de las plantas de cultivo más antiguo; su origen se remonta nada menos que a la prehistoria, y una de sus variedades fue hallada en las tumbas egipcias.
La que nosotros utilizamos preferentemente es la cebada pelada, es decir, el grano sin su envoltura exterior. Desembarazada de su vaina, lustrada y helada después, se convierte en la cebada perlada.
Según una encuesta efectuada por investigadores, 100 gramos de cebada perlada contienen los siguientes principios nutritivos: 8,4 gramos de proteínas, 81,3 gramos de azúcar, 1,7 gramos de grasa, 9,7 mgs. de calcio, 206 mgs. de fósforo, 0,67 mgs. de hierro.
Ya os habéis dado cuenta de la abundancia del fósforo
De ahí las cualidades de esas papillas a base de harina de cebada, que sientan tan bien a los niños, a los convalecientes, a todas las personas que sufren del estómago, a los nefríticos, a los intoxicados, a los raquíticos, a los gotosos y… a todo el mundo.
La cebada tiene propiedades nutritivas, emolientes, laxantes, anticatarrales. Contiene, entre otras, vitaminas B12 muy útil en las enfermedades del hígado y de los nervios; y también vitamina E, llamada vitamina de la fecundidad y de la juventud.
Como bien sabéis, la cebada mondada es un complemento de las sopas y de los potajes que puede reemplazar a la patata. También se obtiene de la cebada una bebida, a razón de 30 a 50 gramos por litro de agua.
Durante los períodos de lactancia, las mujeres pueden recurrir a la cebada, bien como alimento sólido o como bebida.
También los niños pueden tomar una especie de decocción
A la que se añadirá zumo de limón. Existe una antigua sopa de cebada, especialmente aconsejada por algunos maestros afiladores. Si disponéis de cocina de carbón encendida desde por la mañana hasta por la noche, recordad que, para estar bien cocida, la cebada necesita permanecer al fuego cuatro horas por lo menos.
Si vivís en la ciudad y sólo disponéis de gas (con un contador), os conviene saber que poniendo la cebada a remojo la víspera reduciréis bastante el tiempo necesario para su cocción. De todas formas, para preparar la sopa de cebada efectuad las siguientes operaciones: poned a cocer en una marmita medio litro de agua, una endibia bien lavada y troceada, añadid sal y dos cucharadas llenas de cebada, limpia, como si fuera arroz.
Cuando la cebada esté cocida, retirad la marmita del fuego; añadid un huevo, yema y clara, bien batido, con medio vaso de leche, una cucharadita de mantequilla, un poco de nuez moscada y finalmente una cucharada de parmesano rallado. Mezcladlo todo bien, y después servir esta excelente sopa.
Acabamos de hablar de las decocciones de cebada para los niños, y bien vale la pena que os demos algunos detalles al respecto. Poned a remojo dos cucharadas de cebada; al día siguiente, escurrid, verted en una pequeña cacerola, cubrid con agua suficiente, añadid un poco de sal y poned la cacerola al fuego.
Cuando la cebada esté bien cocida, escurridla y pasadla por el tamiz, aplastándola; aumentad el puré así obtenido con leche hirviendo, azucaradla y obtendréis por todos vuestros pequeños una rica papilla de cebada con leche.
Si alguien de vuestra familia padece disentería o enteritis, remojad, coced y pasar por el tamiz dos cucharadas de cebada, aumentad la papilla con caldo caliente (incluso con cubitos disueltos en agua); añadid media cucharadita de mantequilla, una cucharada grande de parmesano rallado y un poco de sal. A vuestro enfermo le sentará muy bien esta papilla.
Si queréis enriquecerla, bastará con añadir una yema de huevo y media cucharada de parmesano rallado diluido en un poco de leche. Luego, removed bien. Esta papilla es perfectamente digestiva para los dispépticos.
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