Desde muy antiguo, la dieta ha sido uno de los tratamientos más comunes aplicado a los individuos obesos. En el capítulo anterior ya se presentaban las características de estos tratamientos dietéticos así como los elementos que se tienen en consideración desde el punto de vista biomédico.
Al margen de los errores que cometen gran número de individuos obesos, siguiendo, sólo porque están de moda, regímenes dietéticos poco verificados científicamente e incluso potencialmente peligrosos (por ejemplo, la famosa dieta de Beverly Hills, Mirkin y Shore, 1981), uno de los problemas fundamentales de los tratamientos dietéticos prescritos y controlados por el especialista es el de su cumplimiento.
Entre las distintas causas identificadas que favorecen la no adhesión o cumplimiento de las dietas se pueden ver varios puntos importantes.
Se encuentran las siguientes:
1. No se tienen en cuenta las preferencias alimentarias del sujeto que debe seguir la dieta. 2. No se tienen en cuenta los cambios en el estilo de vida que pueda suponer al sujeto que debe seguir la dieta. 3. Las dietas acostumbran a elaborarse de forma rígida, permitiendo al sujeto poca flexibilidad en relación a la variedad y cantidad de alimentos.
Además de estos aspectos, la mayoría de las dietas crean expectativas irracionales en el obeso, en relación con la rapidez en la pérdida de peso, que al no cumplirse incrementan la probabilidad de abandono.
En los últimos años, la mayoría de programas de tratamientos conductuales para la obesidad han introducido como parte fundamental de los mismos la información y formación sobre nutrición, con el objetivo de que el individuo obeso aprenda a elaborar y seguir un régimen dietético que se ajuste fielmente a sus características personales y estilo de vida favoreciendo su cumplimiento y por tanto la pérdida de peso.
Asimismo, se considera que el sujeto modificará sus hábitos alimentarios y conductas nutritivas, aspectos que facilitarán el mantenimiento del peso perdido, en ausencia de la dieta. Desde esta perspectiva, la primera información que se proporciona al sujeto se refiere al significado de las calorías, así como la importancia de consumir una dieta equilibrada tanto en relación con el número de calorías a ingerir dependiendo del gasto energético, como en relación con los nutrientes necesarios para que el sujeto no alcance un estado de malnutrición.
El sujeto aprende a autorregistrar y controlar los carbohidratos, lípidos y proteínas que consume, así como las vitaminas y minerales, ya que un exceso o déficit de ellos le puede conducir a carencias nu- tricionales importantes que repercutirían en su salud. Además, el sujeto recibe información sobre la forma de seleccionar sus alimentos y forma de prepararlos (véase la tabla 4).
Los programas de reducción de peso de Brownell
(1985) o Mahoney y Mahoney (1976), entre otros, proporcionan una valiosa guía de los elementos que se deben tener en consideración a la hora de incorporar la información nutritiva dentro de un programa, de tratamiento conductual.
Sin embargo, es importante señalar que la información y formación nutritiva por sí sola no tiene un valor terapéutico significativo, como se ha demostrado en distintos estudios realizados por Paulsen, Lutz, McReynolds y Kohrs (1976), y Penick, Filion, Fox y Stunkard (1971).
En estos trabajos se mostró que la terapia de conducta era más eficaz que la información sobre nutrición, pero que ésta era un elemento importante que incrementaba la eficacia de la terapia de conducta que el sujeto modificará sus hábitos alimentarios y conductas nutritivas, aspectos que facilitarán el mantenimiento del peso perdido, en ausencia de la dieta.
Desde esta perspectiva, la primera información que se proporciona al sujeto se refiere al significado de las calorías, así como la importancia de consumir una dieta equilibrada tanto en relación con el número de calorías a ingerir dependiendo del gasto energético, como en relación con los nutrientes necesarios para que el sujeto no alcance un estado de malnutrición.
El sujeto aprende a autorregistrar y controlar los carbohidratos, lípidos y proteínas que consume, así como las vitaminas y minerales, ya que un exceso o déficit de ellos le puede conducir a carencias nu- tricionales importantes que repercutirían en su salud. Además, el sujeto recibe información sobre la forma de seleccionar sus alimentos y forma de prepararlos (véase la tabla 4).
Los programas de reducción de peso de Brownell (1985) o Mahoney y Mahoney (1976), entre otros, proporcionan una valiosa guía de los elementos que se deben tener en consideración a la hora de incorporar la información nutritiva dentro de un programa, de tratamiento conductual.
Sin embargo, es importante señalar que la información y formación nutritiva por sí sola no tiene un valor terapéutico significativo, como se ha demostrado en distintos estudios realizados por Paulsen, Lutz, McReynolds y Kohrs (1976), y Penick, Filion, Fox y Stunkard (1971). En estos trabajos se mostró que la terapia de conducta era más eficaz que la información sobre nutrición, pero que ésta era un elemento importante que incrementaba la eficacia de la terapia de conducta
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