El kuzu es una raíz que, desde hace milenios, se ha empleado en medicina china para combatir la fiebre, los trastornos intestinales, la fatiga y la debilidad general.
La planta, la Pueraria thumbergiana, o Pueraria hirsuta matsum, no tiene ningún problema de adaptación y es fácil encontrarla, ya que no precisa cuidados especiales y se extiende rápidamente por los campos, aunque prefiere los climas suaves.
La preparación de las largas raíces de esta planta -algunas alcanzan hasta los dos metros de longitud, hundidas en la tierra sigue siendo la misma que hace siglos. Se recogen las raíces en invierno (de diciembre a marzo), cuando han almacenado minerales y almidón. Es un proceso largo, que requiere varios meses, y artesanal, consistente en aislar el almidón, eliminando la fibra y las impurezas, y secándolo, finalmente, al aire libre.
Es importante que esté asegurada la calidad y pureza del kuzu, frente a imitaciones modernas a base de harinas de arrurruz, patata dulce, maíz, etc., que resultan más baratas, pero, en cambio, no producen los maravillosos efectos del producto genuino.
Se prepara diluyendo dos cucharaditas de kuzu en medio vaso de agua fría. Cuando esté bien disuelto, se añade algo más de agua y se pone a hervir durante unos cinco minutos, hasta que adquiera una consistencia gelatinosa y casi transparente. Se puede aliñar con tamari. Se toma dos veces al día (mejor una en ayunas).
El kuzu está especialmente indicado para los siguientes trastornos:
Diarrea.
Amigdalitis.
Estreñimiento.
Trastornos digestivos (indigestión, náuseas, vómito).
Gripe, resfriados y fiebre.
En este caso, resulta muy eficaz si se toma tres o cuatro veces al día, hirviendo una cucharada sopera de kuzu junto con ciruelas umeboshi, en medio vaso de agua.
Migrañas, dolor de cabeza y cansancio.
El kuzu en la cocina
El sabor del kuzu combina perfectamente con cualquier alimento y, gracias a su pureza, se digiere con gran facilidad. Para preparaciones culinarias, también hay que diluirlo antes en medio vaso de agua fría. Luego se añade en los últimos minutos de cocción de las sopas, potajes, purés, o se extiende en la superficie de las tartas y pasteles, antes de ponerlos al horno. También se puede añadir al aderezo de ensaladas y ragús.
El harpagofito o raíz de Windhoeck (Harpagophytum pro- cumbens) es una planta de la familia de las pedaliáceas, que crece principalmente en el desierto de Kalahari (Kenia, Namibia, Sudáfrica) y en las estepas colindantes. La recogen los indígenas bosquimanos y, hasta el momento, no se ha cultivado.
Esta planta es rastrera y crece, de forma silvestre, con flores de color púrpura o rojo violáceo. Presenta unas raíces que buscan agua hasta una profundidad de 40 a 90 cm. Tanto su nombre vulgar «garra del diablo», como su denominación científica (en griego, harpagos significa «garfio») hacen referencia, no sólo a la forma de sus frutos, que yacen en el suelo y tienen unas protuberancias a modo de garras, sino a las lesiones que éstas pueden causar al ganado u otros animales que las pisan.
Los nativos siempre la han considerado una planta mágica
No sólo por sus amplias propiedades medicinales y su peculiar forma de crecimiento, sino porque, a través de ella, pueden predecir el tiempo. Cuando se avecina una estación seca, que suele durar de 8 a 10 meses, sus raíces aumentan mucho de tamaño para almacenar reservas de agua.
Precisamente de las glucosas que esta planta almacena en sus raíces -para captar el agua- derivan sus efectos terapéuticos. Cuando estas raíces llenas de agua se recogen, han de secarse para evitar que se pudran.
En el harpagofito es notable no sólo la concentración de glucósidos, que alcanza hasta un 6%, sino su variedad.
Entre ellos figuran los rafinósidos y estaquinósidos, que tienen la propiedad de eliminar las sustancias tóxicas del organismo. Al destruir las toxinas, los órganos pueden emprender procesos regenerativos que constituyen la base de la curación.
Estas curiosas raíces de sabor amargo contienen otras muchas sustancias: en total ya se han aislado unas treinta.
El harpagofito tiene propiedades antirreumáticas y antiinflamatorias debido a su alto contenido en glucósidos. Ciertos estudios han demostrado que la planta es un gran estimulante del sistema linfático: ayuda a desintoxicar el organismo y puede aplicarse en numerosas dolencias.
También activa el funcionamiento del hígado, con lo que se facilita la eliminación de productos tóxicos como la urea, que interviene en las enfermedades reumáticas. Debido a su acción depurativa en determinados puntos del organismo, también puede ejercer una influencia sobre el sistema inmunitario.
Por sus cualidades antiinflamatorias y desintoxicantes tiene un gran número de aplicaciones:
Artritis, artrosis y gota. El harpagofito ha demostrado una total eficacia contra la artritis, superando a otras plantas antirreumáticas, como el ajo. La hinchazón de las articulaciones cede a las pocas semanas. Al parecer, además del efecto antiinflamatorio de la planta, actúa su poder desintoxicante.
Su eficacia en el tratamiento de la artritis se debe a que combina ambos efectos (una causa de esta enfermedad es la acumulación de toxinas). En el tratamiento es conveniente tomar tres tazas de infusión al día, o el equivalente en cápsulas, durante un mes.
Debe acompañarse de una dieta depurativa rica en fruta, verdura y levadura de cerveza.
Vejez. El harpagofito tonifica el organismo, debido a la eliminación de toxinas.
Mala circulación de la sangre. Es conveniente alternar las tomas durante 15 días con períodos de descanso de otros 15 días.
Trastornos digestivos. En caso de malas digestiones se recomienda tomar harpagofito en forma de infusión. También sirve para trastornos hepáticos, renales y de vesícula.
Psoriasis. Puede mejorar mucho si se toman dos infusiones al día, acompañado de jalea real.
También se puede aplicar en los siguientes trastornos: dolores de espalda, venas varicosas, menopausia, obesidad, lumbago, jaqueca y alergias.