La obesidad no es sólo el aumento de peso provocado por la acumulación excesiva de grasa; sino más bien la pérdida de armonía por el depósito de grasa en todo el cuerpo o en ciertas zonas del mismo.
Y esto nos lleva irremisiblemente a tratar de conocer algunos pormenores de la grasa, como por ejemplo su composición. Y no se desanimen si empleo algunos conceptos médicos: he tratado de ser muy claro; pues como dijo Horacio, “en todo cuanto enseñes debes ser breve, que el espíritu lo comprenda pronto y guarde un bello recuerdo” que es la mejor forma didáctica; pero, necesariamente, hemos de analizar los elementos si deseamos conocer el trasfondo de los problemas.
Formación de las Grasas
La grasa está formada de células específicas llamadas adipocitos. Durante el desarrollo embrionario hay unas células denominadas fibroblastos; que dan lugar al nacimiento del pre adipocitos, que más tarde se transforman en adipocitos.
Es decir, el feto no dispone de adipocitos hasta después del nacimiento, e incluso en muchos casos la transformación se efectúa en la edad adulta. En dicho proceso intervienen varios factores, como son: la STH (hormona hipofisaria); la insulina (hormona pancreática); la T3 (hormona tiroidea); y la alimentación.
Según los descubrimientos de Goteburgo, Bjorntorp y Krotkiewski, los adipocitos tienen una sensibilidad regional hormonal que determina la modificación de su volumen.
No se asuste y procure seguir leyendo, pues si vamos a pelear contra el exceso de peso en algunos casos y la obesidad en otros, debemos conocer cada uno de estos elementos, pues sólo con ese conocimiento estaremos en disposición de entender la raíz de la cuestión y sabremos paso a paso lo que ocurre con la ingestión de alimentos. ¿Continuamos? ¿Sí? Pues, demos otro paso más.
El Cortisol, ¿que es y para que funciona?
Es el agente hormonal del adiBQcito de la parte alta del cuerpo (cara, cuello, espalda y hombros); y la insulina, el agente hormonal del adipocito de la región abdominal.
Por último, las femeninas (estrógenos. y progesterona), que son los agentes hormonales de los adipocitos de la parte baja del cuerpo y de los miembros menores (nalgas y piernas).
Como observarán, la cosa no es tan complicada, muy al contrario, vamos ahondando en esa maravilla que es el cuerpo humano (la economía orgánica, que decimos los médicos), descubriendo esos prodigios ocultos, ese increíble continente interno.
Casi seguro que se estarán preguntando cuántos adipocitos tenemos; pues verán, en los aspectos biológicos, las cantidades son siempre exageradas, al menos desde un concepto económico; que es el que entendemos todos, pero no así desde la óptica de la naturaleza, que no se para en esas consideraciones; de tal manera que en un individuo normal hay 25,000 millones de adipocitos constantes-(veinticinco mil millones de células grasas) que conforman el tejido adiposo.
Sin embargo, esa cantidad puede aumentar por una multiplicación excesiva; dando lugar a las obesidades hiperplasias, llamadas así porque hay un aumento significativo de los adipocitos. Hemos de intentar quedarnos con nuestros modestos 25.000 millones si deseamos mantener una buena figura.
Obesidad en el Embarazo
Vayamos ahora al claustro materno, porque es muy probable que en el feto los factores nutricionales, a partir del cuarto mes de embarazo y en los primeros meses de vida, e incluso durante el período prepuberal, intervengan de una manera importante en la multiplicación de los adipocitos.
Existe también una hiperplasia de los adipocitos en los nacimientos de madre diabética; en recién nacidos, cuyo peso sea superior a los cuatro kilos; o incluso en niños prematuros que aumentan de peso en las primeras semanas con mucha rapidez.
La hiperplasia del adipocito es un fenómeno irreversible y puede dar lugar a obesidades monstruosas; de las que todos conocemos casos. Asimismo, cuando el volumen del adipocito crece o aumenta de tamaño da lugar a las obesidades hipertróficas o adquiridas. Afortunadamente, se puede luchar contra dicho aumento, pero no contra su número. La repartición de la grasa es diferente.
En el hombre predomina en la parte alta del cuerpo y el abdomen; en cambio, la grasa de la mujer se localiza en la parte inferior. Estas localizaciones predominantes son en realidad el reflejo de las diferencias de celularidad y de actividad metabólica en los dos sexos.
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