La sal es a la vez el más antiguo y el más popular de todos los condimentos, y se emplea prácticamente en todo tipo de manipulación de alimentos, del envasado al secado y del escabechado a la fabricación de helados. Como resultado de todo ello, es ya abundante en nuestra alimentación y totalmente superflua como sazonante. No tenemos necesidad de sal, pese a que en cuanto tenemos comida delante nos apresuramos a echarle mano al salero, de manera habitual y refleja.
Ignore la sal de mesa.
Salamos carnes ya saladas y vegetales saturados de sal, e incluso se llega a salar la cerveza; en este proceso llegamos a consumir cinco o seis veces la sal que nuestros organismos necesitan en realidad. En tales cantidades, la sal enmascara más que realza el sabor de los alimentos. Esto tenÃa un propósito definido hace unos siglos, cuando gran parte de las carnes y grasas se ranciaban, pero ahora se contradice con el deseo popular de ingerir los alimentos en el punto máximo de su sabor natural.
Vale la pena apuntar aquà que el sabor de los alimentos fritos se realza de manera particular con la sal, y que si los encuentra menos apetitosos sin salar, se estará usted haciendo un doble favor. Además, la eliminación de la sal en su alimentación tendrá en su organismo un efecto diurético, y aunque la pérdida de peso resultante sólo será de agua y no de tejido adiposo, posiblemente representará un estÃmulo durante las primeras semanas de su nuevo régimen, que en su fase inicial puede parecerle descorazo- nador en cuanto a resultados.
Si le resulta absolutamente imposible vivir sin sal, intente sustituirla por salsa de soja en todas las carnes, vegetales y sopas. Le da a los alimentos un sabor salado pero sólo contiene una quinta parte de sodio en relación con la sal.