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Ideas falsas sobre perder peso

En materia de adelgazamiento todo ha sido dicho. Tanto lo peor como lo mejor. Cada uno habla de su teoría. Pero, para adelgazar paso a paso, lo primero es diferenciar las ideas falsas y las verdaderas. Ciertos mitos tienen la piel dura y se resisten a morir.

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Ideas falsas sobre perder peso

¿Eres capaz de responder correctamente a los si­guientes enunciados?

  • El peso aumenta con los años: Falso.

Cuando nos hacemos mayores no es forzoso engordar. Aunque existen circunstancias que fa­vorecen el aumento de peso. Si vamos al campo, por ejemplo, a menudo es para descubrir un buen albergue y no para hacer ejercicio. Y lo que es fatal es la acu­mulación de pequeños excesos alimenticios

En rea­lidad, deberíamos pesar igual que cuando teníamos 20 ó 25 años. Las personas que tienen un buen equilibrio nutricional, no tienen pues por qué engordar al enveje­cer. Por otra parte, a partir de los 20 años empezamos a envejecer. Con los años perdemos los músculos, nos desnutrimos.

Muchas mujeres afirman: «A mis 40 años, tengo el mismo peso que cuando tenía 20, pero las tallás de entonces se me han quedado pequeñas.»

Es comple­tamente natural. Con el tiempo, el pequeño tamaño de los músculos es remplazado por el gran volumen de la grasa. Este proceso es inexorable. Si el peso de los 20 años es bueno (o hasta con 5 kg de más) uno no de­bería engordarse con la edad, debería más bien perder algo de peso. Los cardiólogos, los gerontólogos, prefie­ren que las personas ancianas sean delgadas.

  • Tener niños engorda: Falso.

A menudo las mujeres no vuelven a recuperar la línea después de un parto, pero esto se puede evitar. La fatalidad no es más que negligencia. Después de haber tenido cinco hijos, como después de uno solo, si la alimentación y la vida son razonables, deberíamos conservar nuestro peso. Engordamos si co­memos demasiado con relación a las necesidades de nuestro organismo.

  • La gordura es hereditaria: Verdadero y falso.

Es indiscutible que exis­ten familias obesas por lesiones o disfunción del hipotálamo, pero esos casos hereditarios son muy raros. La mayoría de las veces, la herencia se sitúa en otro plano: el placer de comer.Los padres «gordos» transmiten a sus hijos malas costumbres alimenticias.

Todo comienza a menudo por una madre inquieta que confunde buena salud con buen peso. Y está también la madre frustrada (deberes con­yugales, frigidez, aburrimiento), que encuentra una com­pensación en alimentarse. Las comidas se vuelven un rito. La cocina es cada vez más y más elaborada. Los niños son superalimentados y las niñas, que adoptan las funciones maternales de «buena cocinera», las llevan consigo a sus nuevos hogares cuando crecen y se casan. Así es cómo se manifiesta con frecuencia la obesidad hereditaria.

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  • Engordamos a causa de un de­sarrollo glandular: Verdadero y falso.

Perturbaciones hormonales facilitan la acumulación de grasas. Pero no adelgazare­mos nunca sólo con un tratamiento hormonal. Hace falta también un cambio de régimen alimenticio.

  • Engordamos porque no hacemos ejercicio: la gimnasia hace adel­gazar: Falso.

La gimnasia ayuda al cuerpo pero no hace perder peso si no va asociada a un régimen. Se ha calculado que para fundir un kilo de grasa haría falta hacer 50 km de marcha atlética, sin ingerir nada antes ni después. ¡Un verdadero esfuerzo!

Un nutricionista americano, con bastante sentido del humor, afirma que el único ejercicio válido para un obeso es el de mover enérgicamente la cabeza, de iz­quierda a derecha y de derecha a izquierda, cada vez que le presenten un plato apetitoso.

  • Engordamos cuando nos depri­mimos: Falso.

No se puede negar que ciertas perso­nas se consuelan comiendo. Pero el exceso de peso que tiene no podrá modificarse mientras no se tomen en serio su alimentación. Y no se puede afrontar un régi­men si uno no es dueño previamente de sí mismo y de sus emociones.

No me cansaré de repetirlo: para adel­gazar, hace falta tener bajo control el equilibrio psí­quico; no se puede estar desanimado. Actualmente los especialistas están, cada vez más convencidos de que un tratamiento contra la obesidad debe ser también un tratamiento para mejorar el estado de ánimo.

  • Hacer una sola comida al día no adelgaza: Verdadero.

Es un error fundamental privarse de una comida. Este método, a menudo practicado por los jóvenes, puede conducir a la anorexia mental. En el organismo, al no funcionar normalmente, se produce un desequilibrio proteínico, vitamínico y mineral. Si sólo ponemos la máquina en marcha una vez al día se consumen menos calorías. Este hecho ha sido compro­bado experimentalmente con ratas por un médico nutricionista.

El lote A recibía una cantidad de alimento repartido en tres ingestas. El lote B recibía la misma cantidad de una sola vez. Al cabo de un tiempo, las ratas del lote B habían engordado, mientras que las del lote A no habían sufrido cambios en su peso. Cuanto más se fracciona el aporte alimenticio, más posibilida­des hay de no engordar. Una sola comida al día garan­tiza casi un aumento de peso, porque nuestro organis­mo tiene tendencia a «economizar» y las calorías de las grandes comidas rara vez se utiliza…, pero se con­vierten en reservas.

  • La sauna adelgaza: Falso.

La sauna no puede ser utilizada como tratamiento adelgazante. Es cierto que hace eliminar una fuerte cantidad de agua, pero produce tal sed que rápidamente se recuperan los kilos perdidos. Es reco­mendable en cambio para eliminar toxinas y favorecer la circulación subcutánea. Pero no se puede abusar de la sauna sin previo control médico.

  • La fruta no engorda: Falso.

Las frutas contienen agua y azúcar y aportan las vitaminas necesarias para el organismo. Por esto, en un régimen para adelgazar, es aconsejable co­mer frutas todos los días, pero en pequeñas cantida­des (150 g a lo sumo), con excepción del plátano, los frutos secos y la piña, mucho más nutritivos. Pero estas virtudes de estos últimos frutos no tienen mucha base científica.

Se difundieron cuando se descubrió que la piña contenía una enzima, la bromolina, caracterizada por disolver las materias albuminoides o proteicas. De ahí a decir que esta enzima es capaz de hacer adelgazar, no había más que un paso. Y algunos lo han dado.

  • Cuando dejamos de fumar en­gordamos: Verdadero.

Fumar es un verdadero quitahambre que modifica el metabolismo basal y las tasas de insulina. Si dejamos de fumar lo echamos en falta y buscamos sustitutos como el chocolate, las pastas, etc. Hay un fenómeno de revitalización de las células y un aumento del apetito.

También, como fumar es un pla­cer oral, privarse de ello lleva a menudo a buscar una compensación. La puerta abierta para «picar». Sería mejor mascar un cigarro de plástico, un lápiz. Un con­sejo: si tienes que adelgazar y quieres dejar de fumar, no hagas las dos cosas al mismo tiempo. Empieza por adelgazar y plantéate lo del cigarrillo a continuación.