Adelgazar sin sentir adversión por la comida, poder aceptar una invitación para comer en un restaurante, saber no sucumbir ante una mesa pantagruélica: ¿una fantasía? No. La única manera inteligente de perder peso de una vez para siempre es ésa, según nos dicen los nutricionistas. Estamos condicionados por tonterías y nos sometemos sin razón a regímenes caprichosos, draconianos… descuidando los placeres de la mesa. Moraleja: la tristeza, el aburrimiento del régimen, no nos permitirá nunca aprender a nutrirnos bien.
Así pues, a continuación tachamos definitivamente de nuestro vocabulario la palabra régimen. Actualmente, las curas, los regímenes están desfasados. Hay recursos para tratar enfermedades bien específicas. Pero, simplemente para vivir mejor y durante más tiempo, de nada sirve pasar hambre.
Sentirse bien con uno mismo es aprender a alimentarse de forma inteligente. Todo el arte consiste en satisfacer nuestro inconsciente (tendencias, hábitos, pequeños pecados), sustituyendo los alimentos inútilmente ricos (que engordan) por otros que nos vuelvan esbeltos.
El placer de adelgazar
No se puede adelgazar con ningún medicamento, con ningún masajista ni ejercicios, ni con ningún otro método externo (sauna, aparatos vibradores, etc.). La pastilla milagrosa aún no se ha inventado. Después de los treinta años, decía Lincoln, «cada uno tiene la jeta que se merece». Sin duda, los esfuerzos se dejan sentir menos antes de los treinta años. Pero éste en particular —el esfuerzo por adelgazar— debe convertirse en una disciplina libremente aceptada, en una filosofía asumida plenamente. No se adelgaza bien, si no es con alegría.
Día tras día, en nuestra sociedad de la abundancia, la gente tiende a comer cada vez más. Este libro sólo te pide que comas menos; que adoptes un nuevo estilo de vida basado en un razonable control de tu alimentación. Ciertamente adoptando este nuevo modelo alimenticio, tu verdadero objetivo será alcanzado: ¡adelgazarás!
Pero tienes que saber que, a la par que tu control y bienestar personal, al modificar tu forma de alimentarte estás involucrando también a tu familia, a tus hijos… Otras costumbres, otras tendencias. Os nutriréis de una forma nueva, no sólo porque debas hacerlo sino también por necesidad.
Una alimentación bien entendida debe adaptarse a ti, a tu vida, a tus gustos y a tus medios. Esto implica por tanto una nueva forma de cocinar, una forma agradable de presentar los menús, con un gran deseo de tener éxito, con imaginación…
Por cierto, antes de empezar puedes pedir ayuda a un especialista en nutrición. Él podrá hacerse cargo de tus dudas y ser también el pequeño motor que te ayudará a arrancar. Pero muy pronto estarás en condiciones de arreglártelas solo.
Para vivir tenemos necesidad de proteínas, sal, agua, calcio, minerales y vitaminas. Estos elementos deben ser consumidos obligatoriamente a diario. No se repetirá nunca demasiado —es necesario convencerse de ello—, que si no los encontramos en nuestra alirnentación, lo tomamos de nuestras sustancias nobles: cerebro, hígado, sangre, músculos y huesos. Así, una alimentación deficiente nos destruye un poco cada día.
He aquí los elementos fundamentales de una comida.
La sal y el agua son indispensables. Una persona muere antes de sed que de hambre. El agua no se transforma en grasa, pero la grasa tampoco se transforma en agua. Al contrario, si las células están faltas de agua, no pueden liberar la grasa que debe quemar el organismo; de ahí la necesidad de beber entre 1,5 y 2 litros de agua por día. El cuerpo humano tiene también una imperiosa necesidad de cloruro de sodio, que se absorbe bajo la forma de sal común.
Los cinco o seis gramos imprescindibles de sal que necesitamos cada día están siempre contenidos en los alimentos cotidianos. Reducir la sal no se justifica, de cara al adelgazamiento, pues no tiene ningún efecto sobre la constitución o almacenaje de la grasa. Pero en algunos casos puede formar parte de la dieta, si esta reducción es prescrita en un tratamiento médico (ciertas obesidades pueden provocar complicaciones cardíacas, renales, edemas…).
Las proteínas deben estar presentes en las tres comidas y en todas las edades. Se encuentran en las carnes, pescados, crustáceos, huevos y productos lácteos.
El calcio es necesario para los dientes, el sistema nervioso y los huesos. Se encuentra sobre todo en los productos lácteos. No es posible plantearse una alimentación equilibrada sin el aporte cotidiano y suficiente de los lácteos.
Sales minerales y vitaminas se encuentran en las legumbres (verdes, amarillas o rojas) y en las frutas. Para conservar estos elementos hay que cocerlas al vapor. Las frutas y legumbres crudas no deben ser ingeridas en gran cantidad. Son agresivas para los intestinos.