El hombre necesita entre 2.700 y 3.000 kcal diarias, mientras que la mujer consume de 2.200 a 2.400 kcal para mantenerse.
Sin embargo, algunas de estas calorías quedan almacenadas como depósitos de grasa del organismo sin que se quemen, ya que habitualmente se ingiere mucho más de lo que se consume.
La dieta hipocalórica está pensada para quemar las reservas de grasa y, al mismo tiempo, ajustar la ingestión calórica al verdadero gasto de energía.
Para perder peso es necesario restringir las calorías por debajo de las que se gastan, de manera que las reservas adiposas se transformen en energía.
Para este fin, la actividad física tiene una gran importancia. Según el gasto energético efectuado, habrá mayor o menor reducción de calorías.
Nutrirse más con menos calorías
Como su nombre indica, la dieta hipocalórica pretende reducir al máximo la cantidad de calorías, sin alterar por ello el aporte de los nutrientes importantes para el organismo.
Para llevar a cabo dicha reducción se excluyen por completo algunos alimentos. Debido a su composición predominantemente calórica, como el alcohol y el azúcar.
También se rechazan los carbohidratos refinados, como el pan blanco y la bollería industrial. En general, todos aquellos alimentos procesados, enlatados, conservados o manipulados se sustituyen por alimentos frescos.
Grasas de origen vegetal
Habitualmente se cocina al vapor, al homo o a la plancha, jamás a base de fritos. Las grasas se limitan al máximo, puesto que son clave en la contribución calórica.
Preferentemente, se escogen las grasas de origen vegetal y naturaleza insaturada. También se limita la sal, que produce retención de líquidos y sobrepeso.
Alimentos recomendados
Se recomiendan las frutas y verduras porque son alimentos con alto contenido en agua y volumen, sin apenas grasa.
Los productos integrales, los cereales, las patatas o legumbres se convierten en las principales fuentes de energía.
Los alimentos más adecuados para llevar a cabo la dieta hipocalórica son los de gran valor proteico y bajo contenido en grasa. Tales como la leche desnatada, el queso tierno, la clara de huevo, el pescado blanco, las legumbres, algunas carnes magras y cereales integrales.
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