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Libros de dietas, ¿fraude o realidad?

Son muchos los libros de dietas que prometen adelgazar, véase, si no, el hecho de un libro sobre dietas recientemente publicado —tildado de revolucionario, aun cuando sus recomendaciones esenciales tienen un siglo de existencia— ha vendido un millón de ejemplares en sólo siete meses, pese a la denuncia pública efectuada por numerosos expertos en nutrición y por la Asociación Médica de Estados Unidos.

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Libros de dietas revolucionarios, ¿realidad o ficción?

O bien otro ejemplo, el de miles de personas presumiblemente inteligentes embelesadas ante un anuncio por correo que promocionaba “un líquido milagroso para reducir el peso, traído directamente de Europa” y que prometía al desventurado comprador una pérdida de veintisiete kilos —más de lo que puede perder el más esforzado luchador contra la obesidad en un año—, con sólo cinco baños de quince minutos en dicho líquido milagroso.

Son numerosísimos los ejemplos de este tipo de locuras dietéticas, y su ubicuidad y persistencia representan una fuente de graves preocupaciones para médicos y expertos en nutrición, preocupaciones que quizá queden adecuadamente reflejadas en el testimonio ofrecido por el doctor Norman D.

Gross ante el subcomité del Senado norteamericano contra el monopolio, el “Comité Antitrust”, donde dijo: “Según mi opinión médica, las personas obesas de nuestra nación corren más peligro debido a métodos de control y reducción de peso inadecuados, o a la utilización de potentes combinaciones de drogas, que a los peligros inherentes a la obesidad en sí”.

Los obesos norteamericanos, ignorantes de los buenos consejos de la profesión médica, la sabiduría acumulada por la comunidad científica y los dictados del sentido común, invierten miles de millones de dólares cada año en una guerra contra su cintura que tienen perdida de antemano.

Sólo en las farmacias se gastan unos noventa millones de dólares en productos auxiliares de las dietas que pueden adquirirse sin receta médica, y otros cincuenta y cuatro millones en drogas que necesitan la prescripción de un médico, principalmente supresores del apetito.