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Obesidad y la hipoglucemia

Entra la obesidad y la hipoglucemia siempre se ha buscado algún tipo de relación, no obstante Spark no observa ninguna correlación entre ellas, y llega a la conclusión de que “el aumento en la sensación de hambre que se produce en un obeso no se debe a anormalidades en los centros reguladores del hambre y la saciedad, ni a alteraciones de su metabolismo”.

 obesidad y la hipoglucemia

Comprendiendo la obesidad y la hipoglucemia

Para comprender qué es lo que causa la obesidad —si no existen afecciones del tiroides, problemas glandulares o hipoglucemia—, en primer lugar resulta necesario comprender la mecánica de las grasas.

Quizá lo más destacable de las grasas sea su carácter vital para el bienestar del individuo, no importa lo que éste pese. Las grasas, que constituyen alrededor del 20 por ciento del peso normal del organismo —y que en ciertas personas obesas alcanzan hasta un 60 por ciento—, sirven a dos funciones clásicas, no sólo en el hombre sino también en los restantes animales.

En primer lugar, se trata de una energía almacenada en una forma que le confiera rapidez de absorción y facilidad en su utilización y que, como la joroba de los camellos, puede servir de apoyo al individuo durante los periodos de reducida absorción de calorías.

Algunos científicos consideran que, en épocas ancestrales, el hombre tenía una mayor capacidad de almacenamiento de grasas, que ha ido perdiendo gradualmente.

En los tiempos prehistóricos, el hombre se vio obligado a sobrevivir durante largos periodos de tiempo con una dieta de semi-inanición, y en estos periodos de ayuno involuntario los individuos con exceso de grasas tenían sin duda una mayor posibilidad de supervivencia.

Incluso existe la opinión de que la esteatopigia —excesiva concentración de tejido graso en las nalgas, que presentan como curiosidad antropológica algunas tribus africanas— puede ser el equivalente antropomórfico de las jorobas en los camellos.

En segundo lugar, las grasas sirven tanto para acolchar los órganos internos más importantes contra los golpes, como para aislarlos de repentinos cambios de temperatura.