Para alargar la vida, hay que acortar la comida, advertía el obeso Benjamín Franklin a los lectores de su Poor Richard’s Almanac, y durante los dos últimos siglos la profesión médica se ha visto intensamente presionada para mejorar el consejo del doctor Franklin. Al hacer hincapié en la importancia de la dieta en el control del peso, muchos médicos no advertían lo poco que hay que suprimir en las dietas habituales para lograr una pérdida tangible de peso durante un periodo considerable de tiempo.
Se trata de la cuestión del único trozo de pastel de chocolate al que nos referíamos en el capítulo primero, pero al contrario. Si es posible aumentar hasta veinte kilos anuales con un pastelillo de más cada noche, uno debe poder eliminar esa misma cantidad absteniéndose de ese mismo pastel. Sin embargo, esta afirmación no se cumple totalmente, pues muchos de nosotros ya hemos abandonado ese pastel en un esfuerzo inútil para controlar nuestra cintura, y lo que ya acostumbra a sucedemos es que nos resistimos a cualquier otra sugerencia que nos prohíba los pocos pasteles de que todavía disfrutamos.
En nuestra mente está la idea de que estamos pagando un precio demasiado elevado por conseguir una figura esbelta, sin advertir que la consecución de este objetivo suele ser la recompensa de una vigilancia constante. El que se nos pida que nos privemos de los pocos placeres que todavía mantenemos en la mesa parece ser un sacrificio mayor de lo que somos capaces de realizar.
La moderación, clave de las tres primeras fases de nuestro Plan Magistral, es también la clave de esta sección última y crucial. Toda alteración de los hábitos alimentarios existentes que nos llegue a parecer un sacrificio, está condenada al fracaso. Sólo aquellos cambios tan minúsculos que prácticamente nos pasen desapercibidos, tanto a nosotros mismos como a los demás, lograrán el objetivo de quedar permanentemente establecidos en nuestra rutina, y sólo tales cambios permanentes nos conducirán a una pérdida permanente de peso.
El método más rápido y eficaz de prolongar nuestra vida y reducir nuestra cintura es acortar nuestra comida. En la tabla de alimentación que contiene esta Cuarta fase se verá cuan poco necesitamos sacrificarnos en realidad cada jornada o cada semana. Coma de todo, coma cualquier parte de una comida. Como siempre, sólo es usted quien decide. Sólo usted conoce suficientemente sus hábitos y sus gustos para saber cuál o cuáles productos le resultan más fáciles de evitar, y el primer paso de toda dieta eficaz es eliminar aquello que le resulte más sencillo.
Antes de consultar la tabla a que nos referimos, debe usted releer las siguientes recomendaciones, previstas para la consecución de un adelgazamiento permanente a largo plazo. Comprobará que se trata de advertencias útiles, cualquiera que sea su decisión en cuanto al modo de utilizar la tabla.
La tabla que encontrará en las próximas páginas no pretende ser una guía práctica, pues tal guía no es necesaria. Nadie pretende que abandone usted para siempre las tostadas del desayuno, o que deje de tomar crema en el café. Quizás preferirá abstenerse de uno de esos productos una semana y de otro en la siguiente, o ir variando lo que deja de tomar cada semana del año.
Naturalmente, la tabla ayuda a eliminar un alimento denso en calorías, pues la pérdida de peso será más rápida si se abandonan las patatas fritas que si se deja de tomar queso. Sin embargo, la única línea que se sugiere es abstenerse en la dieta diaria de aquella parte que más fácil le resulte dejar. Lo echará menos en falta, estará menos pendiente de que está sometido a un régimen y, ¿quién sabe?, puede descubrir que, seis meses después, no eche de menos en absoluto el producto que antes le parecía vital.