Como vimos en la tercera lección que se sacó del caso de Taller es que se puede vender una idea, pero no un producto, y los siguientes promotores de las dietas tipo Banting han tenido mucho cuidado en evitar esta trampa legal.
Entre ellos es de destacar al doctor Irwin Stillman, que ha hecho fortuna con la promoción de sus dos libros, versiones de la dieta Teller y que son muy notables por su grado de excentricidad. La dieta básica de Irwin Stillman consiste en carne, aves, pescado, huevos, queso fresco y agua, ocho vasos de agua al día. No obstante, llega a ofrecer 64 variaciones distintas de la misma.
Irwin Stillman y el peligro de la deshidratación
Lo que distingue la dieta de Irwin Stillman es su componente en líquidos. Las indicaciones del médico obligan al paciente a consumir cantidades de agua superiores a las normales y no presenta un plan para reemplazar las sales que se evacúan a través de la copiosa micción. El efecto de este plan es la pérdida de sales y más agua de los tejidos del organismo, lo que causa una deshidratación grave y rápida.
El cuerpo humano contiene un 60 por ciento de agua, por lo que resulta naturalmente posible expulsar líquidos del organismo y lograr una pérdida de peso temporal significativa. El problema consiste, desde luego, en que de este modo sólo se pierde agua y parte de masa muscular, mientras que la grasa sigue almacenada. Cuando se abandona la dieta, el cuerpo tarda muy poco en volver a llenar sus depósitos de líquido.
Un simple ejercicio de aritmética revela la verdad de la dieta de Irwin Stillman, de la que ciertos pacientes han llegado a afirmar que permitía perder hasta once kilos en la primera semana de tratamiento. Comencemos por imaginar a un hombre de tal corpulencia que necesite realmente cada día 5000 calorías para equilibrar su gasto diario de energía.
Tal hombre pesará aproximadamente ciento cincuenta kilos. Imaginemos ahora que no come nada en absoluto durante una semana. Su déficit calorífico total será de 35.000 calorías, apenas equivalentes a cinco kilos de grasa corporal.
El resto del peso que pueda perder —pongamos otros siete kilos—, deberá salir de alguna otra parte y, como sea que Stillman no aboga por un ejercicio físico intenso como componente de la dieta, la pérdida adicional de peso vendrá dada por el agua y el tejido muscular. Pocos pacientes de Stillman podían llegar a rebajar esos once kilos, naturalmente, pero también hay que tener en cuenta que pocos debían pesar ciento cincuenta kilos, lo que demuestra que su pérdida en grasas era tan ilusoria como la de nuestro hipotético peso pesado.
No es de extrañar, pues, que Philip White, de la Asociación Médica Americana, alzara su voz contra la dieta de Stillman desde el mismo momento en que ésta apareció a la luz pública. «Esta dieta es un desequilibrio nutritivo intencionado —advertía—. Cualquier persona que padezca de los riñones, que sea proclive a la gota o a la diabetes o que presente problemas médicos en los que el nitrógeno, los cuerpos cetónicos o el equilibrio electrolítico acusen fallos, es un candidato ideal para toda una serie de trastornos.»