Las grasas animales y vegetales representan aproximadamente el cincuenta por ciento de las calorías de la dieta habitual en un norteamericano medio; la mayor parte del cincuenta por ciento restantes proviene del azúcar refinado.
Las grasas animales y vegetales suponen el 50% de nuestra dieta
Durante 1977, el consumo medio de carne en los Estados Unidos alcanzó los setenta kilogramos por persona, lo que representa el máximo de todos los tiempos.
Al mismo tiempo, el consumo per cápita de granos y vegetales bajó a sesenta y cinco kilogramos anuales, menos de la mitad de lo que consumieron los norteamericanos en 1909, fecha en que el Departamento de Agricultura empezó a recoger estadísticas de los hábitos alimentarios del país.
Además, la mayor parte de esos sesenta y cinco kilos estaba compuesta de granos refinados, desprovistos de su cáscara, y es en ésta donde se halla nuestra base alimenticia. Los granos no poseen valor nutritivo real, pero son en cambio totalmente necesarios para una dieta equilibrada.
Su ausencia cada vez mayor en nuestras mesas se relaciona directamente con el aumento de numerosas enfermedades digestivas, entre las que se cuentan ante todo los cánceres de colon y de recto.
Además, los estadounidenses consumen un promedio de unos cincuenta y siete kilos de azúcar al año, de los cuales cinco son en forma de almidón de maíz y la mayor parte del resto en forma de azúcar refinado.
En cualquiera de ambas formas se trata de un producto que sólo contiene calorías desprovistas de todo valor nutritivo.
El incesante aumento en el consumo de azúcares refinados representa tal amenaza para la salud de la nación norteamericana que un renombrado experto en nutrición ha llegado a declarar ante un selecto comité senatorial que “si la industria de la alimentación presentara ahora el azúcar refinado como un nuevo aditivo para alimentos, y no se estuviera utilizando ya, como sucede, tengo la total seguridad que sería rechazado como un peligro para la salud”.