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Fraudes dietéticos : primeros productos milagro

Pocos fraudes dietéticos han alcanzado nunca la sutileza —o más bien la simple audacia y cinismo— lograda por John Andreadis con el público norteamericano en la década de 1950, y en consecuencia pocos han llegado a conseguir el mismo grado de éxito. Andreadis, o John André, como se hacía llamar, no inventó ningún tipo de dieta, como tampoco Henry Ford inventó el automóvil.

Como éste, se limitó simplemente a convertir la idea de otra persona en un gran negocio. La carrera de André como empresario líder de la industria del adelgazamiento alcanzó su apogeo —o su nadir, depende de cómo se considere— a finales de los años cincuenta, en la Costa Este americana. En realidad, el asunto había comenzado una década antes en la Costa Oeste.

Fraudes dietéticos

Fraudes dietéticos y técnicas de mercado

En 1948, André se dedicaba a la venta de un producto denominado «Crema de belleza Hollywood», al que acompañaba con circulares en las que se afirmaba que tal producto permitía eliminar hasta siete kilos en treinta días. La Oficina de Correos mostró su desacuerdo y consiguió una orden de fraude que terminó con la posibilidad de seguir vendiendo por correo la crema.

Esta orden no prohibía la venta directa y al por menor del producto, ni tampoco impedía al emprendedor griego cambiar su presentación y llevarlo de nuevo a Correos con la afirmación de que sólo contenía vaselina, aceite de gaulteria y agua, un compuesto que sin duda hacía más fina la piel pero que carecía de cualquier otro valor.

Asimismo, siguió vendiendo el producto en otros estados y bajo otro nombre. La naturaleza exacta del compuesto fue variando de tiempo en tiempo, y la sutileza y sofisticación del sistema de ventas de André fue creciendo, pero el método básico de los fraudes dietéticos permanecieron inalterados.

Con la excepción del «Man-Tan», un tinte de la piel que lanzó al mercado con asombroso éxito a fines de la década de 1950 y que le llegó a proporcionar ventas por valor de veinte millones de dólares en seis meses, anunciándolo como «bronceador sin sol», André se dedicó especialmente a promocionar unos complementos dietéticos (léase fraudes dietéticos) que combinaban una mezcla de ingredientes esencialmente inertes con unas campañas publicitarias realmente extravagantes.

Entre ellos se contaba un preparado vitamínico denominado Propex, supresor del apetito y de dudosa eficacia a no ser que se acompañara de una dieta «recomendada» de 1.000 calorías diarias.