Las paredes musculares del estómago están dotadas de receptores de distensión que “avisan” al sistema nervioso central de que el estómago está lleno; cuya respuesta por parte del sistema nervioso es la desaparición del hambre.
Este fenómeno es considerado en fisiología reflejo de saciedad. Tiene que darse una determinada tensión en las paredes del estómago para que se ponga en marcha todo el mecanismo.
Lógicamente, si se trata de un estómago muy grande, necesitará que entre mucho alimento para llegar a la presión crítica que ponga en marcha el reflejo; y si es muy pequeño, con poco alimento en sus paredes sufrirá la suficiente distensión y pronto aparecerá la saciedad.
Una vez que la tensión de las paredes del estómago es suficiente como para que se activen los receptores; éstos envían sus señales a los núcleos ventromediales del hipotálamo, donde se encuentra el centro de la saciedad.
El Sistema Nervioso y la Alimentación
Del hipotálamo parten entonces señales a otros núcleos del sistema nervioso central que, por vía gustativa, olfativa e incluso visual, origina la reacción de rechazo hacia la comida, es decir, la saciedad.
Si se sigue insistiendo a partir de entonces en llenar más el estómago, los reflejos son tan fuertes que activan por vía hipotalámica incluso el “centro del vómito”, que está en el bulbo raquídeo, y, por el reflejo del vómito, el estómago consigue liberarse de la sobrecarga a que ha sido sometido y de la fuerte tensión mantenida por los receptores nerviosos de su pared.
Los recién nacidos y lactantes tienen muy inmaduro todo el sistema nervioso central; ya que en ellos todos los mecanismos reflejos son inmaduros y lentos, tanto los de tipo visceral como los de tipo motriz.
El reflejo de saciedad también. Por eso es tan frecuente el caso del niño que no se sacia nunca; y al rato de tomar el biberón o papilla la vomita. Ha ocurrido lo siguiente: su reflejo de saciedad es muy lento; las paredes de su pequeño estómago son muy elásticas y los receptores de tensión tardan en “dispararse” más de lo debido; sin embargo, el estómago se ha llenado tanto que; cuando el reflejo de saciedad se produce, lo hace de forma violenta, llegando hasta el vómito.
Como Lidiar con el Rechazo a la Comida
Si estamos suministrando alimento al niño hasta que él manifiesta rechazo por la comida (hasta que se sienta saciado), hemos llegado demasiado tarde. Para entonces, el estómago estará “superlleno” y el vómito está próximo.
Si continuamos con este método de alimentación, estaremos provocando en él un hábito a los reflejos de saciedad tan intensos que tiene luego (aunque ya tarde) y, de mayor; seguramente necesitará comer mucho hasta sentirse saciado, porque tendrá un gran estómago y un débil reflejo de la saciedad. Quizás sea en el futuro un adulto obeso, aunque no padezca de ningún desarreglo endocrinológico.
Es por esto por lo que los pediatras recomiendan sucesivamente que no se alimente al niño hasta la saciedad, y que se le deje siempre con algo de hambre; ya que su saciedad vendrá al rato, cuando la lentitud de su reflejo de saciedad se lo permita. De esta forma, su estómago no se agrandará de forma indebida y el día de mañana su respuesta al llenado gástrico será correcta.
Habremos evitado que sea obeso, al menos por esta causa; y también muchas más cosas, como las posibles desnutriciones debidas a los vómitos, y las posibles dispepsias (empachos).
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