Por caro que sea el ayuno, no se acerca ni con mucho a lo que puede costar la solución médica más radical al problema de la glotonería incontrolada, la denominada recesión yeyuno-iliar o cirugía de acortamiento intestinal. El propósito de esta técnica quirúrgica es reducir la longitud funcional del intestino delgado de seis metros a sesenta centímetros, y reducir proporcionalmente la absorción de elementos nutritivos tras su paso por el estómago.
La cirugía de acortamiento intestinal tampoco es la solución milagrosa
En teoría, este procedimiento permite al paciente muy obeso comer sin restricción todo tipo de alimentos de alto contenido en calorías y seguir manteniendo una pérdida constante de peso, debido a que la mayor parte de dichos alimentos pasan por el intestino a demasiada velocidad como para permitir la absorción completa de las calorías que contienen.
En la práctica, empero, tales personas simplemente absorben mal y padecen todos los problemas relacionados con los sistemas digestivos en mal estado: dolores abdominales, trastornos gastrointestinales y diarreas agudas. Asimismo, desarrollan lo que se conoce como «hígado graso», enfermedad que se relaciona con el ayuno y que no puede corregirse con complementos vitamínicos, lo que sugiere que es causada por un desequilibrio en aminoácidos (que seguirá hasta que se revierta quirúrgicamente el acortamiento realizado).
Las complicaciones postoperatorias son tan sólo una razón para oponerse a la cirugía de acortamiento intestinal, que sólo debería tomarse en consideración en los casos más rebeldes y difíciles de obesidad morbosa. Otra razón es el hecho de que esta «curación» presupone incapacidad por parte del paciente en cuanto a entender sus propios problemas dietéticos o participar en su resolución, lo cual es muy poco frecuente en opinión del doctor Gastineau. (La Clínica Mayo ha efectuado solamente dos operaciones de Cirugía de acortamiento intestinal en toda su historia, y ambas bajo circunstancias extremadamente complicadas.)
En pocas palabras, la curación por este sistema es muchas veces más peligrosa que la enfermedad, y crea una situación que la prestigiosa revista médica británica Lancet ha llegado a equiparar con la de cercenarle las manos al fumador empedernido.
En todo caso, la cirugía de acortamiento intestinal es el último recurso para aquellos cuyo problema de obesidad representa una amenaza para su vida. Es de limitada eficacia en algunos de tales casos, y desde luego es de difícil aplicación a la situación en que se encuentran millones de occidentales moderadamente obesos tras años de inactividad y de comer sin control. Para todos éstos, ni la cirugía radical ni las «revolucionarias» dietas de pérdida rápida de peso representan la solución para su problema.