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Acabar con la celulitis

Estos mismos expertos hablan todavía menos en favor de la «máquina anticelulítica», para acabar con la celulitis, que parece ser idéntica a un aparato denominado Diapulse, que apareció en el mercado en la década de 1950 como una forma de terapia por ondas cortas para el «tratamiento» de una amplia gama de enfermedades, entre las que no se encontraba la obesidad.

Desde enero de 1974, una orden judicial obtenida por la F.D.A. ha cercenado las ventas interestatales de la máquina Diapulse, ante las acusaciones probadas de ineficacia y publicidad engañosa. Queda por ver si las más recientes modificaciones de dicho aparato podrán ser detenidas por tal orden judicial, aunque parece que sí se conseguirá.

Acabar con la celulitis

Acabar con la celulitis. Remedios.

Los «aparatos deportivos» similares al Diapulse han existido en el mercado durante décadas; todos ellos se basan en el «principio» fisiológico de que una corriente de baja frecuencia que circule por el cuerpo me­diante electrodos estratégicamente situados provoca contracciones musculares involuntarias que tonifican el cuerpo y disuelven el tejido adiposo. Los médicos más reputados están de acuerdo en que sólo el ejercicio tonifica los músculos débiles, y solamente una buena dieta reduce el tejido graso.

En cuanto a los demás aspectos de la terapia anticelulítica, lo mejor que puede decirse es que no provocan daños apreciables en sus practicantes. Las aplicaciones de parafina, por ejemplo consisten en envolver caderas y muslos en trapos empapados en parafina, en la creencia de que tal mezcla de calor y semivendaje provoca un exceso de transpiración lo cual es cierto, y que esto, a su vez, provoca la fusión y reabsorción de las «células grasas» de la celulitis, lo cual no es cierto en absoluto.

Lo que sí hace, en ocasiones, es agravar los sistemas circulatorios ya de por sí débiles. Las bolsas de aire, en forma de pantalones o de casacas, que se aplican básicamente por las mismas razones, pueden resultar todavía más peligrosas. Lejos de descomponer las grasas sub­cutáneas, a menudo rompen los vasos sanguíneos superficiales, causando derrames y hemorragias.

Por último, si fuera cierto que los masajes presentaran alguna utilidad real para la desaparición del tejido graso acumulado en caderas, nalgas y muslos, todos gozaríamos de piernas esbeltas y glúteos airosos, pues ninguna parte del cuerpo de una persona sedentaria recibe más masaje que el punto donde se sienta.