La «solución» más reciente al problema de la obesidad se denomina «terapia de la celulitis». Al igual que los tratamientos hormonales de Simeons, se trata de un invento europeo francés en este caso, en lugar de anglo-italiano, lo que automáticamente confiere una cierta autoridad moral al programa, de cara a los norteamericanos.
En efecto, una de las más duraderas fantasías en cuanto a la salud y el cuidado de la belleza es, al menos en Estados Unidos, que los europeos saben más que nadie acerca de medicina preventiva y conservación de la belleza personal.
Terapia de la celulitis y dieta
Los analistas son incapaces de encontrar explicación a tal hecho, como tampoco nadie puede explicar por qué la adición de jugo de limón a casi todos los productos de belleza de la piel y del cabello hace aumentar la venta de tales productos. Ninguno de ambos fenómenos responde a razones, y por consiguiente no hay pruebas para apartar a los norteamericanos de su convicción respecto a que los programas de salud y los tratamientos de belleza europeos son, por el mero hecho de su origen, inherentemente superiores.
La terapia de la celulitis se encontró, pues, con esta ventaja adicional a su favor cuando se presentó por primera vez en los Estados Unidos, en 1972. También le resultó favorable su combinación de las fastuosas cifras de las campañas publicitarias de Andró con las trampas verbales seudocientíficas que tan buen resultado dieron a A. T. W. Simeons, al tiempo que evitaba los excesos de ambas.
La «celulitis», neologismo francés, se refería al almacenamiento y acumulación de grasas que se produce con mucha frecuencia en los glúteos y muslos de las mujeres de mediana edad. En realidad, esta acumulación es producto de la edad y se manifiesta cuando el tejido conjuntivo subcutáneo que forma una especie de panal alrededor de las células adiposas comienza a perder elasticidad y se contrae.
Cuando esto sucede, la epidermis también se contrae, y si las células grasas no pueden encogerse con ella no tienen más remedio que formar un abultamiento.
A menudo se dice que estos reductos de grasas son los primeros en almacenar el exceso de calorías y los últimos en eliminarlas, y con demasiada frecuencia este aserto es verdadero.