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Inversión en dietas, no «tires tu dinero»

La inversión en dietas ha supuesto en Estados unidos un gasto de diez mil millones de dólares durante el último año. Mejor hubiera sido que emplearan su dinero en adquirir fincas en Sudamérica o en comprarse pantalones más anchos, vistos los resultados de tal inversión colectiva.

inversión en dietas

Un 98% de la inversión en dietas en Estados Unidos no ha servido para perder peso

Según la Sociedad Americana de Bariatría, una asociación profesional cuyos miembros están especializados en problemas de peso corporal, sólo doce de cada cien personas que se sometieron a dietas alimenticias tuvieron un éxito real en sus intentos para perder una cantidad de peso considerable, y sólo dos de estas doce consiguieron mantenerse posteriormente en el nuevo peso.

Ello significa que se ha malgastado el noventa y ocho por ciento del dinero invertido en dietas alimenticias y en ayudas para la reducción de peso. O, por describirlo de otro modo, que millones de norteamericanos pagan miles de millones de dólares al año a cambio de pequeñas pérdidas de peso, a menudo ilusorias y casi siempre temporales.

Es prácticamente imposible calcular el coste anual de la Gran Dieta Americana, pues no sólo debería sumarse el dinero gastado, sino también los embarazos interrumpidos, los esqueletos debilitados, los sistemas cardiovasculares descompensados, e incluso las vidas perdidas.

Los ataques cardíacos, a los que son particularmente propensos los individuos obesos, cuestan a la industria americana 132 millones de días-hombre al año, y cada año mueren de enfermedades cardiovasculares unos cien mil hombres en edad madura, precisamente los considerados como más valiosos por sus patronos.

Tal vez sea una suerte que no puedan computarse todos estos datos, pues de poco serviría salvo para hacer aún más evidente una realidad que ya es de por sí palpable: en lo que se refiere a dietas alimenticias, se está pagando un precio muy elevado a cambio de muy pocas compensaciones.

Y sucede así porque queremos. Muchas veces seguimos inmutables frente a las pruebas incontrovertibles de que las dietas de rápida reducción de peso que seguimos habitualmente no sólo son inútiles, sino que en muchos casos son potencialmente peligrosas.