Fue un osteópata de Pennsylvania, llamado Robert Linn, quien popularizó el uso de proteínas líquidas para el tratamiento de personas obesas pero sanas. En los últimos años, se han registrado fallecimientos asociados al seguimiento estricto de este tipo de dietas.
Impertérrito ante estos hechos, Linn continúa promocionando lo que considera «el avance más significativo en el campo del control de la obesidad en los últimos cuarenta años». Sostiene que el porcentaje de éxito entre sus pacientes ronda el 90 por ciento —cuando en realidad se da un índice de recidividad del 95 por ciento— pero, al igual que el doctor Atkins, no proporciona cifras y datos que confirmen su aserto.
Los graves efectos secundarios de la dieta de Robert Linn
Ello ha obligado a por lo menos uno de sus colegas, decididamente contrario a su sistema, a observar que «el ingrediente clave de la dieta de Robert Linn no es la proteína, sino la falacia».
Otros críticos más precavidos de estas dietas llegan a la conclusión de que sólo los médicos especializados en el metabolismo de los ayunos deben administrarlas, puesto que se ha advertido que causan graves síntomas de debilidad muscular, cambios en el ciclo menstrual, náuseas y vómitos, caída del cabello, excesiva sequedad de la piel, desmineralización de los huesos, cálculos renales, gota y perturbaciones mentales.
El inconveniente principal de las dietas estilo Banting, en cualquiera de sus formas, es que la causa última de su fallo se encuentra en el propio régimen. No puede mantenerse indefinidamente, y en cuanto se abandona, el principal componente de la pérdida de peso, que es la deshidratación del organismo, es rápidamente recuperado por el cuerpo.
También es de gran importancia, respecto a su inutilidad, el hecho de que no contenga ninguna previsión destinada a que, a largo plazo, los hábitos alimentarios del paciente se equilibren, lo que representa un requisito previo absolutamente indispensable para la consecución de una pérdida continuada e irreversible de las grasas del cuerpo.
En los casos de obesidad no muy pronunciada, la reestructuración de los hábitos alimentarios es posiblemente más importante que la restricción real en la ingestión de calorías, y ésa haya de ser la medida del éxito o fracaso de una dieta.
Este aspecto de la reducción de peso lo revisaremos con mayor amplitud en un próximo capítulo. En los casos de obesidad morbosa, en los que el paciente pesa el doble de lo que debería, lo habitual es abandonar todo tipo de reeducación dietética en favor de medidas más radicales para lograr la reducción de peso. La más antigua y ampliamente extendida de todas ellas es el ayuno total.