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La dieta cetogénica y sus fundamentos

El primer resultado de toda auténtica dieta cetogénica es una pérdida espectacular de peso en forma de agua, mediante una prodigiosa diuresis y una copiosa micción. Durante este periodo no se produce pérdida alguna de masa corporal, aunque, según la severidad de la dieta, el paciente puede llegar a perder entre uno y cuatro kilos más en forma de deposiciones sólidas.

Estas, naturalmente, son pronto reemplazadas cuando se recuperan los hábitos alimentarios normales, pero, de todos modos, contribuyen y no poco a los cuatro o cinco kilos que el paciente llega a perder durante la primera semana del régimen cetógeno.
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La dieta cetogénica: consecuencias no deseadas

Toda la pérdida de peso que se registra a continuación de esta semana con la dieta cetogénica , una vez se ha implantado la cetosis, es resultado de la restricción calórica total impuesta por los cuerpos cetónicos, y no de una mezcla específica de grasas y proteínas.

Este tipo de regímenes ofrece una pérdida de kilos sólo mientras el paciente los soporta, pero siempre viene acompañada de una significativa y, al decir de muchos médicos, inaceptable pérdida de masa muscular. Una dieta bien equilibrada, en contraste, sólo permite una mínima pérdida de masa muscular, y su resultado es que el adelgazamiento se da casi totalmente en forma de grasas.

Otro aspecto nada recomendable de la dieta cetogénica es que la debilitación y desaparición gradual de los haces de fibras musculares lleva a un nivel de metabolismo basal más bajo, lo que significa que, tras algunos meses en una dieta de este tipo, el cuerpo quema muchas menos calorías que antes para mantenerse, pues la masa muscular que debe sustentar ha disminuido. Y a su vez, esto significa que en cuanto el paciente regrese a sus hábitos normales en el comer, el aumento de peso será más rápido que nunca, pues quema las calorías a un ritmo más lento y almacena más.

Existen otros efectos secundarios preocupantes relacionados con la dieta cetogénica, cierto número de los cuales se descubrieron de forma harto accidental durante la segunda guerra mundial.

El ejército canadiense, en busca de una ración de emergencia adecuada para las tropas en el campo de batalla, preparó un producto denominado pemmican, compuesto de carne seca y un extracto de sebo, que fue probado con un grupo de voluntarios. Tras cuatro días a base de pemmican y agua, estos soldados se encontraban fatigados, relajados, deshidratados, descompuestos por náuseas y vómitos y, en pocas palabras, convertidos en cualquier cosa menos en fuerzas de choque.

Los médicos y especialistas en dietética tuvieron que añadir entonces a los efectos secundarios de las dieta cetogénica una baja presión sanguínea patológica, dolores de estómago y diarreas, y una espectacular elevación del nivel de lípidos y colesterol en la sangre.