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Alimentación saludable para los obesos

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No hay que olvidar que hay obesos que co­men mucho y obesos que comen poco. ¡Yo soy un obeso!, aunque soy un excelente “gourmets”. Ge­neralmente, la obesidad es el resultado de una alimentación abun­dante, rica en manjares; pues bien, yo no soy un obeso por esta condición: soy obeso porque cualquier alimento representa para mí un manjar, que me deleita en la mesa y que masticando len­tamente me representa un verdadero placer.

Tengo de altura 1,665 metros y peso 81-82 kilos, luego soy un obeso, porque mi peso ideal serían 70 kilos como máximo. En el verano adelgazo, ya que mi vida, mi actividad, es escribir; y el campo, me representa mucho ejercicio.

Pero en invierno, debido a mi vida de la Academia (vida activa hasta cierto extremo) más bien reposada, vuelvo a engordar, y, la verdad, quiero adelgazar pero no puedo porque me arrugo, pues tengo la piel de la cara más tersa que la de un niño de quince años, como el terciopelo, y yo sé que al perder peso pierdo juventud. Claro es que esto su­cederá hasta que yo me lo proponga   muy seriamente.

La etilogia varía para cada caso de obesidad; uno ha llegado a ser obeso porque hacía unas comidas demasiado abundantes: Obesidad de los grandes comilones, otros porque no hacen bas­tante desgaste energético: Obesidad de los sedentarios.

El tratamiento debe tener en cuenta estas circunstancias; en el primer caso se trata principalmente de reducir el régimen; en el segundo, de aumentar el ejercicio. Es el resultado de una eco­nomía de desgastes. Es también en lo que viene a parar la sobre­alimentación.

Por lo tanto, la misma cura higienodiética se aplica a todos los casos de obesidad, y según el doctor Lubbe dice que no- hay tratamiento medicinal para la obesidad: ni la curan el cuerpo tiroide, ni el extracto de ovario, ni el yodo ni los calinos; hay que abolirlos y advertir bien a los «enfermos de su ineficacia, primero porque pueden ser nocivos y también porque los obesos están gene­ralmente más inclinados a creer en los medicamentos que en los regímenes.

No hay que decir, sin embargo, que ciertas sales al­calinas (las curas hidrominerales) no sean útiles a título de auxilia­res y para devolver la integridad a los órganos digestivos alterados por la sobrealimentación.

El régimen debe ser inferior a las necesidades del organismo. Si nosotros conocemos precisamente estas necesidades, el cálculo será fácil; desgraciadamente, se conoce ya mal en un individuo- sano, y todavía mucho peor en un obeso.

Siendo el apetito el principal obstáculo en la cura de la obesi­dad, los alimentos deben ser escogidos de manera de colmar lo- mejor el apetito, nutriendo lo menos posible.

A este objeto responden las verduras verdes, las ensaladas, las frutas, compuestas en gran parte de agua y de celulosa, que llenan el estómago sin contener muchos principios nutritivos. Es también para evitar el hambre, los desfallecimientos, a los cuales el obeso no resiste, que las comidas serán múltiples: tres o cuatro.

Albúminas.

La reducción alimenticia no debe recaer sobre las albuminoides. Representa el alimento menos peligroso, pues se transforman difícilmente en grasas y tienen tendencia a ser elimi­nadas en su totalidad. Cuando se fijan en el organismo es bajó­ la forma de materia azogada, contribuyendo a aumentar la masa muscular y produciendo un efecto útil.

Será sumamente peligroso reducir en demasiada cantidad la albúmina del régimen, porque la albúmina es la parte fundamen­tal del protoplasma celular y se produciría así una desnutrición de las células y un empobrecimiento del organismo. A este peligro se exponen las personas que hacen una cura de adelgazamiento sin vigilancia, y que, sea por una desgana de carne o por adelga­zar más de prisa, llegan a no tomar más que un régimen de ver­duras verdes, demasiado pobres en albúmina.

El ideal de la cura de adelgazamiento es de forzar el organismo a consumir sus gra­sas, siempre respetando sus albúminas. Cuando la cura de la obe­sidad puede ser vigilada de cerca, desde el principio al final, se divide en dos períodos: el primero, de régimen muy reducido con una dosis muy moderada de albúmina.

Durante el segundo régimen reducido con una fuerte dosis de albúmina. Durante , el primero, soporta el sujeto pérdidas de ázoe; durante el segundo, repara sus pérdidas de ázoe y continúa adelgazando, pero más lentamente que al principio. Se pasa del primer período al se­gundo cuando el sujeto alcanza, aproximadamente, el peso al cual se había propuesto llegar.

Durante el período primero le proporciona mejor de albúmina a introducir en el régimen es la misma que en un sujeto sano. Es de un kilogramo de albúmina, no por kilogramo de peso corporal que debería pesar el sujeto, si tuviera una corpulencia normal: dicho de otra manera, aproximadamente, tantas veces un gramo de albúmina que la estatura del sujeto mide pasa un centímetro del metro.

Por ejemplo un sujeto que mida 1 metro 78 y pese 112 ki­logramos deberá ser sometido a un régimen que contenga no 112 gramos sino 78 gramos de albúmina.

Durante el segundo período, se dobla poco a poco la ración de albúmina de manera, a suministrar al organismo de 1 gramo 50 a 2 gramos de albúmina por kilogramo de peso corporal normal. Asi el mismo sujeto, cuya talla es de 1 metro 78, durante este periodo una ración albuminosa de 117 gramos y 156 al día.

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Grasas

Las grasas deben ser reducidas en el régimen de los obesos. Tienen, en efecto, un gran valor calorífico, y en dosis moderadas son muy absorbidas por los obesos. La cocina de los obesos debe hacerse con la menor grasa posible. Esta no se la puede emplear a título de calmante del hambre, como Ebtein quería, porque si calma el hambre también nutre al mismo tiempo.

Hidratos de carbono

Los hidratos de carbono, que son absorbidos con mucha faci­lidad, que se transforman muy fácilmente en grasas y son el ori­gen del 87 por 100 de las grasas del organismo, deben ser muy reducidos.

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Bebidas

En la cuestión de las bebidas, hay que distinguir de una parte el agua y de otra parte las bebidas alcohólicas y azucaradas. Las be­bidas alcohólicas y azucaradas (vino, cerveza, sidra y licores) de­ben reducirse lo más posible por dos razones. Primera: en muchos individuos, grandes comedores o bebedores, producen el efecto de evitar el apetito. Segunda: Son alimentos de un gran valor calo­rífico. Por ejemplo: un litro de vino, conteniendo el 10 por 100 de alcohol, produce al organismo 600 calorías, lo que representa un gran suplemento alimenticio.

¿Que debe ser reducida la ingestión del agua? Algunos doctores creen que el agua hace engordar, y ponen como principio del tra­tamiento de obesidad la reducción de bebidas.

Experiencias de doctores como Labbe y Juret han demostrado que en una cura reglamentada de la obesidad, con un régimen precisamente determinado, la cantidad de bebidas no ejerce una influencia considerable. Contrariamente a lo que podría creerse, es con un régimen de bebidas abundantes cuando se adelgaza más de prisa. Esto se debe a dos causas:

Primera. A que las bebidas hacen un verdadero lavado de los tejidos y los humores y arrastran una mayor cantidad de ma­terias azoadas y salinas. Por ese lado son útiles, puesto que des­embarazan al organismo de las sobras de la combustión.

Segunda. Por otra parte, a que las bebidas muy abundantes entorpecen ligeramente la digestión, disminuyen la absorción in­testinal y aumentan la pérdida fecal ázoe.

De estas observaciones y experiencias se deduce que las bebi­das acuosas se deben suministrar en fuerte proporción durante la cura de la obesidad, y con preferencia en ayunas y fuera de las comidas, lo que tiene la triple ventaja de desintoxicar el organis­mo, disminuir el hambre y calmar la sed.

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¡Sal!

La sal debe disminuirse lo más posible en la comida de los obesos. El metabolismo de la sal juega, en efecto, un gran papel en la hidratación de los tejidos y en las variaciones de los pesos cotidianos. La influencia de la sal es sobre todo considerable en los obesos cuyos tejidos ofrecen una afinidad verdadera con ello. Los doctores Labbé y Juret dicen: “Nos ha sido suficiente el aña­dir cinco gramos de sal al régimen de un obeso para parar com­pletamente el adelgazamiento durante seis días.”

Sin embargo, la influencia de la sal no es igual en todos los obesos. Hay obesidades sencillas, donde  el exceso de peso es debido a la grasa, y obesidades complicadas donde el exceso de peso se debe en gran parte a la retención clorurada con las demás: y en este último caso, la retención de los cloruros del régimen es par­ticularmente necesaria.

Una segunda ventaja del régimen hipoclorurado viene de que se disminuye la secreción gástrica y calma el hambre.En definitiva, el régimen de los obesos sencillos debe ser lripo- clorurado: el régimen de los obesos edemáticos debe ser declorurado.

El régimen (para cuatro comidas):

  • Desayuno, almuerzo, merienda, comida-cena.

Desayuno

  • Pan tostado en loncha fina o bizcocho, 10 gramos.
  • Infusión de té (dos decilitros) con una cucharadita de azúcar.
  • Un huevo pasado por agua.

Almuerzo

  • Pan tostado en loncha fina de 50 gramos.
  • Entremeses: apio, pepino, remolacha, rábanos, tomate (35 gramos).
  • Pescados cocidos, jamón con nada de grasa, carne de ternera o vaca, asada (75 gramos), legumbres, espárragos, coles de Bru­selas, col, coliflor, espinacas, acelgas (150 gramos).
  • Ensalada de escarola o lechuga (150 gramos), condimentada con aceite y zumo de limón.
  • Frutas en compota sin azúcar, 100 gramos.
  • Frutas del tiempo, natural, 100 gramos.
  • Crema pastelera, nata o chantillí u otro postre de cocina, 501 gramos.
  • Vino blanco, un decilitro; agua, a discreción.
  • Comida-cena
  • Pan tostado, 50 gramos.
  • Caldo o consomé; sopa de verduras, 2 decilitros.
  • Verdura, 200 gramos, o ensalada, 150 gramos.
  • Frutas, 50 gramos.
  • Vino blanco, un decilitro y medio; agua, a discreción.

Nota.—Estos alimentos, verduras, sopas, etc., se cuecen con una cucharadita rasa de sal: los pescados y la carne, con media cucharadita rasa de sal, y así también los cereales y legumbres secas, que se pueden sustituir por frescas en proporción de 25 gramos de judias, lentejas, guisantes, habas o garbanzos. 75 gramos de judías verdes. 100 gramos de guisantes del tiempo. La condimentación no debe pasar de una cucharada de aceite o 5 gramos de mantequilla o manteca de cerdo.

Este régimen de cuatro comidas comprende:

  • 75 gramos
  • 20 125
  • 25 Albúmina
  • Grasa
  • Hidratos de carbono Alcohol

Lo que supone 1.725 calorías; suponiendo una absorción intes­tinal normal, y desfalcando el sobrante fecal (coeficiente de At- water) no es suficiente el reducir el régimen alimenticio, es ne­cesario también exagerar los desgastes energéticos y caloríficos; por lo tanto conviene el ejercicio, masaje, hidroterapia e higiene general.

Ejercicio

Todo el ejercicio es bueno, con tal que sea moderado, pro­gresivo y regular; se empezará por andar una hora por la ma­ñana y con la fresca una hora por la tarde, en terreno llano y un paso moderado y progresivamente aumentar diez o quince minutos cada día, hasta llegar a un total de tres horas diarias; después este horario se puede hacer en terreno ascendente, pero andando sin fatigarse, sin llegar a la sofocación; entrenamiento, pero no agotamiento.

Los ejercicios de boxeo, esgrima, equitación, gimnasia y na­tación son convenientes para jóvenes cuyo corazón está todavía vigoroso y siempre aconsejado el horario por el médico.

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Masaje

Es opinión general de que el masaje hace adelgazar, según los doctores Labbe y Joret; el masaje no adelgazará, pero sirve para excitar el desenvolvimiento de los músculos, endurecer las carnes, activar la circulación. El masaje de la cara, según el mé­todo de Jacquer, evita las arrugas del rostro, tan temidas por las mujeres que adelgazan.

Hidroterapia

Las duchas de agua tibia y enfriadas progresivamente dan un resultado excelente; según consejo del doctor Deschamps, se empieza por 35° y se va enfriando hasta llegar a 5 ó 6°, teniendo en

cuenta, bien entendido, las susceptibilidades y las reacciones del individuo.

Higiene general

El aumento de los desgastes caloríficos se obtiene con medí das accesorias. Hacer vida en un ambiente atmósfera fría, vivir en altitud de montaña, aireación grande, llevar vestidos ligeros, reducción de reposo en la cama; el tiempo dedicado al sueño no- debe pasar de siete y media a ocho horas máximum.

La cura es penosa durante los primeros días, porque el en­fermo padece vivamente el hambre, los retorcijones de estómago, los mareos, el estreñimiento. Su pasión por la comida es a veces, tan violenta que llega a engañar a su médico, exactamente igual que lo haría un morfinómano.

Una buena cura debe ser siempre prolongada. Las curas bru­tales que se hacen en casas de salud o balnearios, no tienen más que una eficacia pasajera; el obeso que ha perdido unos diez ki­los, los recupera casi también con la misma rapidez. Al contra­rio, una cura prolongada resulta, al mismo tiempo, una cura de educación alimenticia, crea nuevos hábitos estomacales y puede curar definitivamente la obesidad.