Una de las razones por las cuales algunos adaptógenos se han hecho muy populares (como por ejemplo el ginseng), es por su capacidad de dar energía al organismo, superando o adaptándose a las situaciones de estrés.
El estrés moderado puede ser necesario para la vida porque comporta el instinto de superación que desarrollamos en la mayoría de nuestras acciones vitales.
Produce una respuesta del hipotálamo que se transmite a la hipófisis y, desde allí, estimula a las glándulas suprarrenales, que son las que segregan la adrenalina y las hormonas corticoesteroideas (cortisol, especialmente).
Estas hormonas provocan un aumento de la frecuencia cardíaca
Subiendo los niveles de glucosa de la sangre e inhibiendo a la médula para provocar una disminución relativa de la respuesta inmunitaria (que no de la inmunidad).
La adrenalina es la hormona que, segregada por las glándulas suprarrenales, pone en marcha los mecanismos de defensa corporales. La adrenalina nos pone en estado de alerta. El problema surge cuando la excesiva vida «adrenalínica» que llevamos nos obliga a consumir esta hormona en demasía y disminuyen nuestras defensas.
La gran ventaja que tienen los adaptógenos se debe al aumento del estado de alerta, sin estimular la sobreproducción de adrenalina y de otras hormonas como el cortisol.
¿Lo sabía?
Curiosamente, gran número de plantas utilizadas como adaptógenos tienen unas condiciones de vida muy duras, diríamos «estresantes», ya que suelen vivir en climas o terrenos pobres o áridos y necesitan unas condiciones de fortaleza física importantes para superar las condiciones adversas.
El Dr. Filatov afirma que los tejidos estresados, sean de plantas o de animales, producen sustancias protectoras y estimulantes que pueden extraerse para uso médico.
El grupo de las plantas adaptógenas no es cerrado. En poco tiempo veremos como ciertas plantas de uso común, o de introducción muy reciente, se irán añadiendo a las que hemos descrito. Entre las que actualmente están en estudio, y probablemente pasen a engrosar la lista, tenemos el Kang-Jang, la Hidrastis, la Albahaca morada, la Angélica, el Agracejo, la Bardana y el Hipérico.
Como vemos, en algunos casos se trata de plantas bastante vulgares, que necesitan un estudio profundo en el campo de la inmunidad y de la optimización del aprovechamiento energético. Ni que decir tiene que la selva amazónica es un verdadero filón de plantas aún por descubrir.
En esta sociedad tecnológica, en la que sin embargo llaman la atención los «milagros» curativos más de tipo alquí- mico que puramente médico, es posible que se nos presenten los adaptógenos como el redescubrimiento del «elixir de la larga vida». No son ciertamente eso, pero sí pueden ser un aporte, a veces importante, para añadir vida a los años, y años a la vida.