El Kefir («bendición» en turco) es leche fermentada artificialmente por la acción de los granos de kefir, formados por distintas levaduras y bacilos: Bulgaricus, Saccharomices kephir y Lactobacillus caucasianus.
Ventajas del kéfir El resultado de la fermentación es un producto líquido espeso por solubilizarían de la caseína de la leche. Se produce una fermentación anaeróbica que degrada la lactosa y la hace directamente asimilable por el organismo.
El estómago de las personas adultas no puede asimilar bien la leche porque carece de renina, un enzima que favorece su coagulación. Sin embargo, si puede asimilar el yogur y la leche kefirada.
El kefir es incluso más fácil de digerir que el yogur porque el cuajo se cuartea en partículas extremadamente pequeñas, lo que facilita la acción de los agentes digestivos.
Preparación del Kéfir
Su elaboración casera es sencilla, pero hay que realizarla con cuidado para evitar la proliferación de gérmenes nocivos:
Se deja reposar 24 horas en una habitación fresca en verano y caliente en invierno.
No se llena por completo el bote, pero es importante cerrarlo herméticamente para que no entre aire.
En un bote de cristal muy limpio y hermético se coloca el nódulo de kefir con leche pura de vaca sin hervir, en la cual se desarrolla (debe evitarse la leche esterilizada o pasteurizada).
Tras colar el contenido para retener los nódulos, se bebe el líquido resultante; una leche espesa, o se guarda en la nevera.
Los nódulos se devuelven al bote y nuevamente se añade leche para obtener más kefir al día siguiente.
El nódulo y el bote se lavan con agua pura cada 15 días en invierno y cada semana en verano
Quienes no les guste el sabor natural del kefir, pueden añadir miel, compota; frutas o azúcar integral de cana, como si fuera un yogur natural.
