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Conociendo la miel y su importancia

La miel, no podía faltar en un volumen dedicado a los grandes remedios naturales este producto dulcísimo que las abejas elabo­ran para el hombre, y que en la no menos dulce lengua portugue­sa se conoce por mel, y en el habla de la diplomática Francia se le designa del mismo modo que lo hacemos nosotros, los hispanoamericanos, herederos del idioma cervantino.

La humanidad se sirve de la miel desde tiempos remotos. No cabe al hombre moderno el honor de haber incorporado esta ambrosía a la lista de sus alimentos ordinarios. Como no le cabe tampoco un sin número de cosas, que el mundo antiguo, con su sabiduría misteriosa, nos ha transmitido. Cuéntese que cuando los hombres, que no conocían aún la propiedad privada, vagaban por el ancho mundo de ninguno y de todos, no solamente transportaban las ovejas para su consumo, sino además pedazos de troncos de árboles con abejas.

Y no para ahí la cosa: En edades que el tiempo ha dejado atrás para siempre, en edades vecinas de la infancia del mundo, después de cada boda y durante una luna, la madre de la desposada despertaba, por las mañanas, a esta última para ofrecerle una hermosa taza de miel, que la esposa compartía con su consorte. De donde resulta que a los primeros tiempos de casados se dé, aún en la actualidad, el título de «luna de miel”.

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¿Y por qué procedían de ese modo? ¿Sólo para dar cumplimiento a una ceremonia prestigiada de antiguo? Tal vez no. Tal vez por algo más que por eso. Acaso conociesen aquellos antepasados nuestros el valor nutritivo del alimento de las flores, acaso conceptuasen que, dándolo a la madre futura, los hijos de un joven matrimonio crecerían más robustos en salud, más fuertes, más poderosos para abatir la bestia con el hacha de piedra, en el confín del monte, o para sojuzgar las tribus rebeldes al dominio despótico de su voluntad.

Y los sabios de la antigüedad estuvieron seguros al afirmar que se trataba de un alimento prodigioso. A Galeno, al inmortal Galeno un humilde labriego le aconsejó que utilizase miel promiscuidad con jugo de cáscara de nuez para tratar la inflamación de garganta. Hoy no se podría aconsejar cosa mejor para dicho fin. Aun la miel sola es un suavizante reconocido en los casos en que la garganta, por efecto de un enfriamiento, se inflama al rojo ardiente.

En cuanto a los sabios de la era moderna, ellos no hacen sino corroborar, a cada paso, las virtudes de la miel. Veamos, por ejemplo, en Alemania, al doctor Sttiner, que recomienda la miel para cualquier molestia del sistema digestivo y del respiratorio. Veamos, en Francia, al doctor Demaude, que ha realizado importantes investigaciones tendientes a probar las virtudes terapéuticas de la miel. Leyendo su informe al respecto se hallan conceptos como el que sigue:

«Por no ser fermentable la miel, y sí asimilable muy pronto, es un valioso agente curativo en gran número de afecciones del aparato de la digestión. He sometido con muy buenos resul­tados a los niños afectados de gastroenteritis al tratamiento de la miel, y he utilizado además este medicamento en los casos de diarreas rebeldes y tuberculosis del pulmón».

Repitamos, pues, con el doctor Oslander:

«Es la miel un verdadero amigo del pecho».

Volviendo otra vez a los lejanos tiempos de la infancia del mundo, recordemos que la Biblia cita muchas veces a la abeja, productora de este alimento poderoso. En ocasión de marchar José a Egipto, en demanda de cereal, Israel le pide diversas cosas, y entre ellas la miel.

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Propiedades y beneficios del Eléboro y la Encina

Célebre en los anales de la medicina es la (¿fábula?… ¿historia real?) de Polio Rumillo, quien alcanzó la provecta edad de un siglo cumplido, y el cual debía deber esa longevidad por­tentosa a la fórmula contenida en estas palabras:

«Interius melle, exteriur oleo”.

Lo que en buen romance castellano significa, ni más ni me­nos:

“Miel para el interior, aceite para el exterior».

Su Composición

En líneas generales sabemos todos que es la miel el resul­tado del néctar de las flores, vale expresar, el alma, el cora­zón, la esencia misma de ellas y la elaboración que del mismo realiza la abeja en su primer estómago, bolsa de la miel, llamado, En cuanto a su composición química, arroja el siguien­te resultado:

  • Levulosa o azúcar de frutas 39,5 %
  • Agua 19,0
  • Glucosa o azúcar de uvas 33,8
  • Sacarosa 2,6
  • Dextrina y demás hidratos de carbono 3,8
  • Proteínas 1.06

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Su color

El color de la miel no es uniforme. Lejos de ello, va del blan­co al marrón subido negro, casi, luego de atravesar diversos matices de amarillo. Esta diferencia está en relación directa de las especies de flores de que se valen las abejas para producirla. La diferencia de color nada tiene que ver con la integridad de sus propiedades nutritivas, pero se suele afirmar que la miel clara es la que más se adapta al uso comestible, en tanto que la oscura, por contener mayores proporciones de fosfatos, hierro y calcio, se adecúa a los empleos medicinales que de ella se hacen.

Los escrúpulos

Hay personas que suelen tener desconfianza a la miel, por objetar que esta sustancia no es más que una exudación del or­ganismo de la abeja. No le hace. También se dice que el perfume de las flores es en realidad su deposición excrementicia, y ello no obstante para que a todo el mundo le agrade aspirar dicho aroma. La miel es una sustancia pura, indudablemente nutritiva y útil en la terapéutica. ¿A qué empeñarse en denigrarla con rabones de una pseudofilosofía decadente?

Importancia de la miel

Un hecho que traduce la importancia de la miel es el que se haya dedicado a ella un día especial del año. Ese día es el 21 de junio, desde hace varios años. En él se hacen campañas de difusión del producto, para propiciar su mayor consumo, lo que a parte de ser una medida comercial, es también una medida en favor de la salud general de las poblaciones, que generalmente ignoran o tienen en menos la importancia de esta ambrosía.

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Démosle el mayor atributo a las abejas

Si nada hace a la miel el conocer o no la vida de las abejas, sus costumbres y, sobre todo, su trabajo de beneficio en pro del hombre, por lo menos será útil que el lector se imponga de ciertos aspectos de este insecto misterioso que le harán respetarlo. Un hábito casi general en el hombre es el de matar todo insecto que se ponga a su alcance. Hay individuos que no pueden ver volar un bicho cualquiera sin aplastarlo bonitamente o tirarle un manotazo.

Está bien que ello se haga con los insectos dañinos, y aun esto es motivo de discusión, pues si bien es cierto que la hormiga destruye nuestro jardín pongamos por ejemplo, no menos cierto es que la hormiga procede en esa forma para alimentarse, y con este criterio las vacas, las gallinas y cuantos animales utilizamos en nuestro beneficio podrían acusarnos igualmente.

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Pero admitamos, mal que nos pese, que el hombre destruye las especies que conspiran contra su seguridad o contra sus intereses cabales. Lo que no admitiremos, desde ningún punto de vista, es que se maten por matar especies útiles a la humanidad. La abeja es una de las menos favorecidas. Cuando aparece en el interior de una casa se produce una desbandada general. Piensan todos en el terrible aguijón, en el escozor que deja, y tratan de destruirla, cuanto antes mejor. No saben que…

La abeja pica solo cuando se molesta

… por lo que no se le debe tener ningún temor, ni aun al verla posarse sobre uno mismo. Si en ese instante es tocada, o empujada con los dedos, picará. Si se le deja irse sola, no hay pe­ligro. Porque su aguijón es arma que utiliza solamente en casos extremos, pues bien saben todos que el mismo se le desprende y queda en un cuerpo en que lo ha hundido, muriendo la abeja poco después.